Olvidemos viejos rencores.
La vez que me rompiste el corazón en mil pedazos queda totalmente olvidada.
Aquella otra en la que me descubriste con tu mejor amiga en nuestra cama… ya ni la recuerdo.
Brindo por las veces que encontramos calor en brazos de otras personas,
y no nos enteramos.
Brindo por esa vez que me dejaste —la última—
cuando te fuiste y te llevaste mis discos.
Brindo también por los buenos momentos.
Por esa vez que firmaste y dijiste “acepto”.
Por aquella otra, cuando el médico nos felicitó.
Brindo por la vez que te canté una serenata desnudo en la puerta de tu casa,
y por todas esas serenatas en la bañadera.
Quisiera brindar por más buenos momentos,
pero la verdad es que fueron muy pocos.
Quisiera tener buenos motivos para no olvidarte nunca,
pero solo tengo malos motivos.
Y por eso brindo.
Porque sos cruelmente inolvidable.
Porque me recordás al apocalipsis.
Porque los momentos a tu lado solo condujeron a la destrucción.
Por eso nunca te voy a olvidar.
Porque vos no me olvidaste.
Y porque no podés hacerlo.
¡Cómo me vas a extrañar!
Ahora que me voy, justo te vengo a encontrar.
Parece como si el destino nos uniera para compartir los peores momentos.
Me hubiese gustado mucho que también hubiéramos compartido las cosas lindas que me pasaron…
pero siempre había una historia con tu hermana, o con el doctor.
Y siempre te creí.
Me hubiese gustado que hubieras estado a mi lado,
en serio.
Pero ahora que sé lo egoísta que sos,
no sabés cuánto me alegra que me hayas dejado,
y que no hubieras estado cuando te necesité.
La verdad es que me parece mentira lo pobre de escrúpulos que sos.
Por eso brindo con vos.
Porque sos asquerosamente inescrupulosa.
Y encima te creí.
Siempre es un placer brindar con tu copa.
Porque siempre tomás y te ponés más caprichosa.
Voy a disfrutar cuando, dentro de un rato, escuche tus gemidos.
Porque me divierte que te excites tanto,
y ni siquiera me des placer.
Siempre fuiste igual.
Nunca vas a conocer los placeres que existen.
Lástima que ya me voy.
Por ahí, con un poco más de tiempo, te hubiese dejado disfrutar de mí.
Pero no valés la pena.
Porque sos caprichosa, egoísta, inescrupulosa,
y me das lástima.
Aunque tengas toda la culpa,
hoy brindo con vos.
Por nosotros.
Porque la vida te sonría.
Y ojalá aprendas muchas cosas.
Que consigas a alguien a quien joder (ahora que me voy).
Porque recibas lo que te merecés.
Mejor dicho…
no te merecés nada.
Así que ni siquiera vas a recibir tu merecido.
Brindo ahora que se está yendo la oscuridad.
Brindo ahora que me cansé de sentir tu aliento agitado.
Ahora que me cansé de escucharte.
Y me voy,
antes de que descubran mi ausencia.
Antes de que puedan detenerme.
Por ahí voy bien.
Donde voy no existe el peligro.
Donde voy, no tengo que preocuparme por el futuro.
Donde voy no existe el egoísmo.
Porque ahí…
solo hay paz.
Porque ahí, no permiten a la gente como vos.
Por eso sé que estoy seguro.
Porque nadie va a volver a engañarme.
Nadie me va a consumir.
De frente a la oscuridad.
Sin más equipaje que lo que puede verse.
Con el viento a favor
y con todos estos tragos…
Emprendo mi rumbo.
Sin palabras de despedida,
brindo por el final del trayecto.
Por una noche que recién termina.
Y por el nuevo día que vendrá,
brindo.
Nota:
Esta es una transcripción de una carta firmada por El Articulador.
Agradecemos a la señora que la trajo hasta nuestra redacción y pedimos a los familiares de la misma que, por favor, se la lleven de aquí, ya que nuestros empleados han contraído heridas profundas en sus zonas genitales desde la llegada de la misma.