El síndrome de Chacho Alvarez

EL HUMOR QUE NUNCA SE VA...


En mi juventud, no fui sólo un incomprendido, aunque a la Rae le moleste, había aprendido de un señor llamado Voltaire, que cuando las leyes son injustas, lo correcto era desobedecerlas, y así me dediqué por mucho tiempo a estar en contra; pero en mi época, cualquier engendro podía estar en contra de cualquier cosa, y como yo no podía ser menos, estuve en contra hasta de estar en contra… entraba en la peluquería y decía –No me quiero hacer un corte…- y luego me hacía un corte frente a mi espejo, por lo general así se manejaba mi vida.
En un momento encontré una mujer, que creía que podía ser mi compañera, y me hablaba de amor, entonces con la voz mas rebelde que me podía salir, le decía con toda mi convicción –No quiero enamorarme- acto seguido tenía relaciones extremadamente rebeldes, en contra de todos los mandatos de la sociedad.
Intenté con la música, pero en este caso, aprendí mucho, demasiado, se había puesto de moda el “Punk”, y aprendí que no hacía falta saber música para poder tocar, luego apareció el “Hip Hop” y aprendí que no hacía falta ni tocar para hacer música, así que no me quedó más remedio que dedicarme a otra cosa.
En mi búsqueda, necesitaba elevar mi mente, aprender lo suficiente, como para tener alguna idea de lo que quería hacer de mi vida; sabía que mi destino era el arte, probé con la escultura, y no tuve un éxito ni siquiera en preparar el yeso, luego intenté con la pintura, pero no me salía ni copiar un dibujo abstracto, intenté luego con la danza, y tendría que escribir una historia aparte para contar tal estrepitoso fracaso, todo esto,  definitivamente no era para mí…
En ese momento, mi padre, me dio el mejor consejo que me dio en su vida –SI no servís para nada, aunque sea andá al psicólogo a ver que estupidez tenés…- y no puedo explicar el giro que le dio a mi vida, comencé a hacer terapia, y pude organizar algunas cosas, pensar con claridad, deshacerme de malos hábitos, adquirir algunos otros, y a cada sesión que iba, llevaba anotado en mi cuaderno, prácticamente todo lo que había hecho en la semana, así, pude darme cuenta de que las letras, tenían un atractivo interesante para mí, comencé a leer a los grandes filósofos, tomar notas, pensar en lo que leía, razonar los enunciados.
Y la luz llegó a mi mente, lo que yo padecía (eso de rebelarme contra la rebelión), no era otra cosa que el “Sindrome de Chacho Alvarez”, no tampoco, ese no es  mi nombre, ese señor fue el primero, resultó que este hombre estaba tan en contra del sistema que inventó un partido político y renunció después de ganar las elecciones, todo un ejemplo de liderazgo…
La cuestión fue que conocí mi pasión por las letras, y devoré libros enteros de autores que no sólo habían hecho historia con sus relatos, novelas, cuentos, obras de teatro, poesías, etc, además admiraba muchas de sus vidas, y de sus enseñanzas, de su narrativa, de su prosa, hasta de las portadas, y así, comenzó mi aventura en las letras, escribí muchas cosas, ensayos, textos científicos, tesis, cuentos, poesía, artículos, y hasta me aventuré en la novela, y mis textos tenían de todo, podía leerse romance, aventura, acción, comedia, misterio, crimen, mi mente no tenía límites para la imaginación, no podía parar de generar contenido.
Me quedaba algo más por hacer, me presenté a distintos concursos, en la editorial “Losada”, “Bruguera”, “Argolla”, etc, todas, casi a todos los concursos que se abrían, allí había alguna obra mía; tuve distintos comentarios, me han llamado “Genio”, “Trovador” ,“Imberbe” ,“Ignoto” y “Tomatelas”, para mí fue suficiente… me sentí muy orgulloso, a pesar de todo esto, no gané ni uno, ni por sorteo, los concursos no fueron aptos para mis escritos,  pero ya estaba enamorado de las letras, la literatura era mi vida, era lo mejor que me había pasado, no podía concebir la vida sin las letras, y como no las quise abandonar, me hice crítico literario.

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