De principio a fin







Ya no tenía nada por hacer, ya había intentado todo lo que estuvo en mis manos, y no encontré en ningún momento una solución, todo lo que intenté hacer en mi vida, siempre fue un estrepitoso fracaso, no pude terminar nunca ningún emprendimiento, no soy más que el primer fracasado generalizado de la era postmoderna, nada que yo intentara hacer podía llamarse una buena acción, y eso ya me tenía agotado, ya estaba cansado de vivir conmigo, ya estaba cansado de ver que todo lo que yo pretendía no tenía sentido, ya estaba cansado de no poder terminar nada, de que nada saliera bien.
De niño fracasé hasta en la educación inicial, nunca en la historia de ninguna escuela, ni en la historia de los fracasados hubo otro ejemplo como el mío, resultó ser que el día 30 de junio fue el día en que nací, y como vivía en un pueblo en el que no había registro civil, en mi documento figuraba la fecha del 3 de julio, así que en el jardín de infantes de mi pueblo, ingresé en el jardín de infantes con 3 años, pero mis padres supieron que se tenían asco mutuo al año siguiente, y tras la separación me llevaron a una ciudad en la que se fijaron mi fecha en el documento, y tuve que repetir el jardín de infantes… ¿Cuántas veces pasó esto en la historia de la educación?
En mi época preadolescente, tuve una educación formal privilegiada, tenía las mejores notas, era el abanderado, el mejor alumno, el mejor compañero, y el capitán del equipo, me presentaba en todas las competencias y ganaba en todas, no paraba de traer medallas a la escuela, gané las olimpiadas de matemáticas, las de ping pong, gané los concursos de literatura, gané jugando al básquet, al fútbol, al hándbol, atletismo, y natación, era un alumno privilegiado, el boletín era un lujo, y en las actividades extracurriculares me iba mejor todavía, así hasta el último año, a dos meses de terminar las clases me  enfermé de sarampión y tras faltar por enfermedad, otra vez repetí, y así, nuevamente un súper fracaso marcó mi infancia.
Sentí que necesitaba una revancha, me la merecía, ni siquiera el mejor alumno del mundo tenía mejores notas que yo, no merecía repetir de grado, pero después de cursar por segunda vez el último año de la primaria, estaba listo para ir al mejor colegio secundario del país, y por más que insistía, y pedía por favor, no me quisieron inscribir, me mandaron e un colegio del barrio, un colegio en el que no había ni profesores, ni aulas, ni pizarrón, creo que yo fui uno de los pocos alumnos inscriptos que tuvo, así que fui nuevamente abanderado durante cinco años, pero el último día de clases recordaron que hubo un incendio en el que se quemaron las calificaciones, y no pude egresar hasta el próximo año cuando tuve que volver a aprobar todas las materias.
También fracasé como hombre, casi me olvido, había conocido a una chica del barrio, que era muy hermosa, pero especial, no era la típica chica linda, era atractiva, su imagen parecía la de las chicas de las tarjetas españolas, su imagen era una postal, me parecía la mirada más elegante que había visto en mi vida, y superando mi timidez, me lancé a la conquista, le dije dos o tres frases más o menos seductoras, y ella se rindió a mis encantos. Nos casamos muy jóvenes y tuvimos cuatro hijos, el día que me despidieron del trabajo llegué a casa y la encontré con dos hombres en nuestra cama gimiendo como una loba en celo, mientras le hablaba a una foto –Ahora si tengo un orgasmo… ¡Eyaculador precoz!
La imagen que había vivido era verdaderamente traumática, pero como decía, me despidieron del trabajo, luego de 15 años, había entrado como cadete, fui jefe de cadetes, encargado de cadetería, administrativo de cadetería, y finalmente llegué a gerente de cadetes, hasta tenía mi oficina con aire acondicionado, y máquina de café, pero una carta del novio de la hija del gerente general no llegó a tiempo y me despidieron, tuve que devolver el teléfono celular, la taza que me gané como cadete del mes, y la bicicleta.
El fracaso era lo único que me salía bien y ya estaba cansado de fracasar, así fue como tomé la decisión más importante de mi vida, esto es lo más inteligente que hice, a uno le enseñan a ver el vaso medio lleno, pero resulta que también está medio vacío, y todo depende de lo que llevemos en el corazón, no es el cerebro el músculo más importante, el corazón sí, es por eso que uno abre cada puerta, hay algunos que creen que toman decisiones sabias, creen que todo está en su mente, pero es un error, la gente se engaña a sí misma con tal de creer que hace las cosas bien, pero si no fuera por el corazón, no se atreverían a tomar decisiones, ni hacer elecciones en sus vidas, el ejemplo más claro es la elección de la familia, un hombre o una mujer, no decide casarse porque la otra persona sea sana, ni tenga alguna cualidad sobresaliente que le garantice la felicidad absoluta durante el contrato de matrimonio, de ninguna manera, decide casarse de una forma irracional, sólo interviene el corazón, y de esa decisión se desprende el resto, el matrimonio  condiciona el trabajo a ejercer, la descendencia condiciona la forma de vida, incluso influye en el resto de la vida hasta el día de la muerte, así que ya que sabemos que las decisiones se toman con el corazón, esta fue la decisión más inteligente que tomé en mi vida, acabar con mi vida.
Hablar de acabar con una vida pareciera ser un tabú para la sociedad, pero no es tan grave como estamos acostumbrados a que suene, en todos los códigos de la historia la muerte se tomó como uno de los peores crímenes, y no le veo la gravedad, todos alguna vez se quedaron un vuelto que no les correspondía, lo que es más o menos lo mismo que robar, y nadie se escandalizó al hacerlo, la infidelidad, pareciera estar de moda, y tengo muy buenas pruebas de este asunto, y así puedo seguir con atropellar los derechos del prójimo, podría decir que la mayoría de las injusticias están pseudopermitidas, o no muy bien prohibidas, quizás hasta estén reguladas, puedo agregar que vivo en un país en el que está prohibido ser heterosexual, así que no me pueden argumentar con ninguna lógica que la injusticia es prácticamente ley.
Cómo decía antes, soy un experto en fracasar, todo lo que hago, lo hago mal, es por eso, que decidí que el suicidio sería la razón de mi vida. Mi forma de morir era lo más importante, y decidí estudiar distintas formas de hacerlo, para tomar la decisión correcta.
El hecho de finalizar mi vida, no implica que sea algo así sin sentido, mi muerte debe significar algo, tiene que ser al menos un acto de rebeldía, una forma de protesta, por esto es importante la fecha y el escenario, pensé en elegir una fecha patria, pero no me siento para nada orgulloso de mi nacionalidad, podría ser la fecha de algún evento importante para la humanidad, aunque pertenecer a una raza como la humanidad me avergüenza demasiado, lo mejor será que sea una fecha importante y punto, algo así como el día del perdón, la navidad, el día de los inocentes, aunque sean construcciones humanas, poco tienen que ver con la humanidad, pero el día de mi muerte debe ser recordado aunque sea como el día del fracasado universal.
El escenario también es importante, me gustaría que sea en un lugar que implique un significado para las próximas generaciones, pero sin olvidarme de las anteriores, un lugar donde lo antiguo tenga la frontera con lo moderno, un lugar así como un estadio donde haya habido un gran concierto de protesta contra alguna causa verdaderamente noble, pero que también haya vomitado Justin Bieber, o alguno de estos nuevos talentos boricuas que le dicen ele a la “R”.
Creo que hasta la vestimenta es importante, vestirme de blanco podría confundir, el color blanco se asocia con la pureza, vestirme de rojo, es algo diabólico, el azul es mi color favorito, pero es el color de la energía, y estoy pretendiendo significar lo contrario, el marrón es un color triste, y algo escatológico, no me gusta, quizás lo mejor sea confeccionar un traje con mezcla de colores.
Podría dispararme en la sien, tomar un arma de fuego y hacerlo de la forma más rápida, además mi cabeza no es muy grande, con un arma de la más chica seguro consigo desparramar los suficientes sesos alrededor para concientizar a las próximas generaciones de lo que se trata el fracaso.
También está el veneno, no soy un erudito en la materia, pero podría asegurar que el veneno podría resultar doloroso, aunque no es fácil de conseguir, tendría que fabricar una mezcla de venenos de venta libre, mezclar veneno de ratas, con el de hormigas, agregarle un poco de chocolate, y hasta un poco de crema de leche como para suavizarlo, y darle un sabor agradable, el problema es que esos venenos no me garantizan la muerte, quizás terminar en terapia intensiva, me hace falta algo más fuerte, el cianuro es ilegal y no quiero que mi muerte sea recordada como un crimen…
Saltar desde una altura considerable puede ser una buena opción, si salto desde el edificio más alto de la ciudad  el riesgo está en que los bomberos tienen tiempo de descubrirme y rescatarme, pero si me tiro desde un avión sin paracaídas no creo que nadie, por más súper héroe que sea, pueda rescatarme, está es una mejor opción.
En definitiva, puedo electrocutarme, pero no quiero dejar este mundo con deudas, y no voy a usar energía eléctrica gratis, quizás si tuviera un generador, o una fuente de energía propia…
Para ser sincero, también busqué medidas extrasensoriales, esas inhumanas, que se encuentran en lo que el resto del mundo considera fantasía, no es que quiera  liderar la rebelión contra la ocupación alienígena por ejemplo… pero hice una búsqueda exhaustiva de seres paranormales en las inmediaciones.
Investigando con la mayor cautela posible, se me ocurrió que si me movía por los círculos adecuados podía llegar a encontrar algún vampiro, pero a uno serio, uno que sea original, uno legendario.  Parece que está de moda el vampiro karateka, el vampiro que anda de día, el vampiro travesti, el vampiro vegano, y el vampiro reguetonero, pero a riesgo de parecer racista…  no me interesa ninguno de estos…
Supe que hubo muchos, en casi todas las mitologías y en distintos lugares en la misma época. Me pareció adecuado encontrar uno, como decía antes, quería darle un sentido a mi muerte, así fue como comencé a buscar. Tuve que leer mucho, cada crónica y noticia que encontré en los archivos de la biblioteca nacional me sirvieron para orientarme en tiempos y espacios posibles, tracé rutas, mapas, nombres, y muy pronto me llené de pistas que me podían llevar a encontrar a uno como el que me hacía falta, cada día estaba más cerca de dar con un chupasangre.
Sabía perfectamente que cumplir el sueño de mi vida era imposible, pero nada me impedía cumplir el sueño de mi muerte y darle un sentido a mi paso por la humanidad, mi vida comenzó a cambiar, y la oscuridad me abrazó como nunca me lo hubiese imaginado. Mis zapatos se quedaron sin suela, y tuve que acostumbrarme a caminar con callos en la planta de mis pies.
En mi intensa búsqueda me entrevisté con la más variada cantidad de gente que uno pueda imaginarse, entendí que la vida nocturna es lo más cercano a estar muerto en vida, caminar por las veredas del puerto antes de que salga el sol, transitar callejones vacíos de espíritu y pesados de adoquines, sentarme a beber en bares olvidados en donde no llega la prohibición de fumar, desatar la lujuria de las putas que no consiguieron ningún cliente, y volver con los pies hinchados de alcohol y humedad antes del amanecer, me recordó que la única diferencia entre toda esta gente y yo, era la luz.
No creo ser un hombre valiente, pero puedo asegurar que no tengo miedo, quizás me desagraden los payasos que tienen una lágrima, o las mujeres que se pintan las uñas de los pies, pero no les temo ni les tengo respeto, aunque me pareció apropiado tomar precauciones, por lo que llené de ajo mis bolsillos, y comencé a llevar un crucifijo colgando cerca de mi corazón, también puse el as de espadas en mi billetera, un prendedor con la imagen de la flor de lis en la solapa del “breto”, profilácticos con sabor a chocolate, y el 38 especial con balas de plata, me había transformado en el último “boy scout” de la ciudad.
Andar tanto por la noche haciendo preguntas un poco confusas a tantos personajes, empezó a llamar la atención, y hubo muchos personajes que comenzaron a tener conocimientos de mi búsqueda, pero nadie supo para que buscaba, así comencé a gozar de cierta fama, y en algunos bares me saludaban como si me conocieran desde siglos atrás con un cálido –Van Helsing…- y de inmediato me mandaban una copa de licor a mi mesa.
Cierta noche invernal en la que me faltaba descansar lo suficiente y el licor comenzaba a acariciar mi espíritu, decidí que podía usar una vez más mis callosidades para ir a descansar, y entre la lluvia, los truenos y los relámpagos australes, vi una silueta que me observaba, no le presté demasiada atención, pero mis sentidos comenzaron a percibir el perfume de la sangre fresca y comprendí que mi búsqueda estaba por dar sus frutos.
 Al día siguiente, la tormenta continuaba azotando la ciudad, y al caer el sol, me preparé para cumplir el sueño de mi muerte, para darle sentido a mi existencia, y no me iba a ir con los zapatos rotos, así que me cambié de calzados y emprendí mi camino por la costanera. Las olas golpeaban la orilla con toda su furia, el viento quebraba las palmeras, en la cafetería de los pescadores el noticiero anunciaba medidas nuevas del presidente, la buena noticia era que combatirían la pobreza con un impuesto al trabajo, el del servicio meteorológico decía que iba a ser un intenso día de sol, y en espectáculos anunciaban el estreno de la película sobre los sucesos heroicos de su santidad el papa en la gran guerra contra los jóvenes idealistas.
Proseguí mi marcha, y para combatir el frío que penetraba mis huesos tomé el licor de la petaca de un trago largo, esa noche iba a encontrarme con un sacerdote que tenía información, llegué hasta la puerta de la parroquia y había una nota borroneada con el agua de la lluvia que indicaba la dirección de un bar en la zona sur de la ciudad, así que la arranqué y me decidí a encontrarme con él.
El lugar tenía un cartel colgante, “El bodegón de Bela”, al cruzar la puerta observé las mesas de pool en la penumbra, un sector del lugar tenía un pequeño escenario donde una banda tocaba música de estilo gótico gitano, y unas mesas en las que solo se veían siluetas y ningún rostro, pero el sacerdote parecía estar nervioso, y eso fue lo que lo delató, así me acerqué a su mesa, y girando la silla me senté frente a él…
Apuró la cerveza de un trago y una discusión acerca de unas tres bandas que terminó en reyerta hizo que la iluminación me mostrara su rostro, su pálida piel, el miedo en sus ojos, los nervios en el sudor que le recorría la frente, y comenzó diciendo que tenía la información que yo buscaba, pero que necesitaba un motivo, una excusa, una señal de que mis intenciones no eran violentas, entonces cuando iba a ponerme de pie, me tomó del brazo con su fría pero firme mano, y me pidió que espere…
Respiró profundo, sonrió, le pidió al barman dos cervezas como para darse fuerza y comenzó a largar su lengua: -Nada hay en el mundo más peligroso que un hombre que no tiene nada que perder…-fue lo primero que dijo, pero luego de un sorbo largo continuó –El sabor de la cerveza es amargo, amargo como la muerte, como el sabor que deja acabar con una vida… aunque vivir… quizás no sea el mejor de los verbos para explicar una existencia. Pero eso ya lo sabe… entonces…  ¿Sabe que Dios nos hizo únicos a cada uno de nosotros? ¿Sabe que cada una de nuestras capacidades aunque sean colectivas, nos hacen únicos? Todos los hombres tenemos algo que nos hace especiales, se da vuelta un día y se encuentra con un Miguel Angel, se descuida un momento y se encuentra con un Da Vinci, ni hablar de un Dostoievsky, a Nietzsche si prefiere, entonces… ¿Cuál es la razón por la que quiere acabar con una criatura única?
Por un momento me hizo dudar, no sabía si estaba hablando de la criatura, o de mí, porque mencionó a ciertos artistas, y mi intención era hacer de mi muerte un arte, pero también dijo “criatura única” y podía ser yo, como también podía ser él… así que bebí solo un trago de cerveza, y no le respondí, solo le dije: -Quiero a esa criatura infernal ahora, los motivos son solo míos, pero si verdaderamente le importa un alma, prometo ir a verlo al confesionario.- Pareció que mi respuesta le dolió, le molestó, y no pudo evitar demostrarlo, así que tomó coraje y respondió: “Pues bien, entonces no puedo darle más información- dejó su silla y volví a sentir el perfume de la sangre, lo vi cruzar todo el salón, pero no lo vi caminar por el callejón, el cantinero se me acercó, me dio la cuenta, y me dijo “Acaba de sacar coagulado a un pura sangre…”
Al día siguiente fui a la parroquia y ya no lo encontré, pero esa no fue la última vez que supe de él. Como dije en un principio, nada me sale bien, nunca puedo terminar lo que empiezo, morir se había transformado en la razón de mi vida, y necesitaba hacerlo bien, era lo único que pretendía hacer bien, y tenía que tener un significado, pero cuando estuve lo más cerca posible de conseguirlo, los municipales me llevaron detenido, parece ser que fui el último en ser visto en la puerta de la parroquia, en donde encontraron desangrado al monaguillo.
En este tiempo en el calabozo tuve tiempo de escribir esta parte de la historia, pero todavía hay mucho más, y eso me puso contento, por primera vez en toda mi vida encontré algo que pude empezar y terminar.


Comportamiento Humano Volúmen 1.3






Solo una noche más: porque despedirse es bastante depresivo, por eso una noche más, solo eso, una noche más, por los viejos tiempos, por los buenos años, por los que vendrán. Hoy levantemos nuestras copas, brindemos hasta que caigamos, hundidos en alcohol, hundidos en pasión, porque hoy me encuentro, inusualmente, con deseos de pasión, con deseos de despedirme a lo grande.
Y sin más preámbulos, levanto mi trago, lo alzo y un suspiro muere ahogado en él, y para recordar este momento me llevo el humo de tu cigarrillo en mis pulmones.
Olvidemos viejos rencores, la vez que me rompiste en mil pedazos el corazón queda totalmente olvidada, aquella otra que me descubriste con tu mejor amiga en nuestra cama ya ni la recuerdo, brindo por las veces que encontramos calor en brazos de otras personas y no nos enteramos, brindo por esa vez que me dejaste, por la última, cuando te fuiste y te llevaste mis discos, brindo también por los buenos momentos, por esa vez que firmaste y dijiste “acepto”, por aquella otra vez cuando el médico nos felicitó, brindo por la vez que te canté una serenata desnudo en la puerta de tu casa y por todas esas serenatas en la bañadera.
Quisiera brindar por más buenos momentos, pero la verdad es que fueron muy pocos, quisiera tener buenos motivos para no olvidarte nunca, pero solo tengo malos motivos, y por eso brindo, porque sos cruelmente inolvidable, porque me recordás al apocalipsis, porque los momentos a tu lado solo condujeron a la destrucción, por eso nunca te voy a olvidar, porque vos no me olvidaste, y porque no podés hacerlo, ¡Cómo me vas a extrañar!
Ahora, que me voy, justo te vengo a encontrar, parece como que el destino nos une para compartir los peores momentos, me hubiese gustado mucho que también hubiéramos compartido las cosas lindas que me pasaron, pero siempre había una historia con tu hermana, o con el doctor, y siempre te creí.
Me hubiese gustado que hubieras estado a mi lado, en serio, pero ahora que sé lo egoísta que sos, no sabés como me alegra que me hayas dejado y que no hubieras estado cuando te necesité, la verdad es que me parece mentira que pobre de escrúpulos que sos, por eso brindo con vos, porque sos asquerosamente inescrupulosa, y encima te creí, siempre es un placer brindar con tu copa, porque siempre tomás y te ponés más caprichosa.
Voy a disfrutar cuando dentro de un rato escuche tus gemidos, porque me divierte que te excites tanto y ni siquiera me des placer, siempre fuiste igual, nunca vas a conocer los placeres que existen, lástima que ya me voy, por ahí con un poco más de tiempo, te hubiese dejado disfrutar de mi, pero no vales la pena, porque sos caprichosa, egoísta, inescrupulosa y me das lástima. Aunque tengas toda la culpa, hoy brindo con vos, por nosotros, porque la vida te sonría, y puedas aprender muchas cosas, por que puedas conseguir a alguien a quien joder (ahora que me voy), porque recibas lo que te merecés, mejor dicho, no te merecés nada, así que ni siquiera vas a recibir tu merecido, brindo, ahora que se está yendo la oscuridad, brindo, ahora que me cansé de sentir tu aliento agitado, ahora que me cansé de escucharte, y me voy, antes de que descubran mi ausencia, antes de que puedan detenerme.
Por ahí voy bien, donde voy no existe el peligro, donde voy, no tengo que preocuparme por el futuro, donde voy no existe el egoísmo, porque ahí, solo hay paz, porque ahí, no permiten a la gente como vos, por eso sé que estoy seguro, porque nadie va a volver a engañarme, nadie me va a consumir, de frente a la oscuridad, sin más equipaje, que lo que puede verse, con el viento a favor y con todos estos tragos emprendo mi rumbo, y sin palabras de despedida brindo por el final del trayecto, solo una noche que recién termina, y por el nuevo día que vendrá, brindo.
Nota: Esta es una transcripción de una carta firmada por El Articulador, agradecemos a la señora que la trajo hasta nuestra redacción, y pedimos a los familiares de la misma que por favor se la lleven de aquí, ya que nuestros empleados ha contraído heridas profundas en sus zonas genitales desde la llegada de la misma.
El Editor. 

El día del diabetonto

EL ARTICULADOR Y LA DIABETES

Estaba tratando de conseguir más clientes a los que les pudiera ofrecer mis servicios profesionales, para esto necesitaba hacer mercadeo, o Markenting, si en lugar de ser un simple profesional fuese un businessman. Traté de promover mis servicios en redes sociales, y noté que me sugerían «Conejos semanales», de inmediato se me ocurrieron un montón de recetas culinarias, pero al retroceder en mi cerebro pude darme cuenta de que me fallaban los ojos y de que mi mente se había dejado engañar, lo que en verdad decía era “Consejos semanales”.

Creí, por un momento, que el «alzheimer» estaba tocando a mi puerta, que la vorágine de la vida monótona, me estaba afectando. La paternidad, la crisis laboral, la mediana edad, todas esas cosas que son importantísimas en la vida de un ser subjetivo que vive en un mundo ficticio, o en un país que dejó de ser el suyo (aunque me haya quedado sin nacionalidad) ya estaban haciendo efecto.

La cuestión fue que de tanto aprender lo que no debía hacer, se me ocurrió buscar el diagnóstico más lógico. Tenía pegado un imán que me habían dado en la farmacia y acudí a ell;  pedí «Sildenafil pediátrico» y que me midan la glucosa, luego necesitaba una mujer dispuesta a caer en mis encantos…

La medición cuadruplicaba los estándares establecidos, es decir, en lugar de sangre, por mis venas corría azúcar, no estaba tan errada esa chica de la escuela que aseguraba que yo era muy dulce, pero esa es otra historia…

Así confirmé todo, y le di lógica a lo que estaba viviendo. En mi desesperación por encontrar un lugar para «miccionar», recordé que ahora también soy un enemigo del estado, y muy posiblemente, me convierta en una carga para mis enemigos.

El doctor me explicó que la «diabetes melittus» es una enfermedad autoinmune que impide obtener la glucosa de la sangre a través de la insulina, y que esto hace que no se pueda transformar en energía. En resumen, el páncreas no trabaja, porque mi sistema inmune lo quiere asesinar, y esto trae otro remolino de situaciones absurdas.

Ya había mencionado que no me produce energía, entonces el cansancio crónico no se debe a la cantidad de esfuerzo psíquico, físico y tétrico de todos los días. Con esto comprobé que la enfermedad es peor que estar casado. Todo este tiempo creí que ella me sacaba las energías…

También mencioné el problema de la visión, resulta algo así como si las pupilas se dilataran y contrajeran solas, es parecido a tener la visión como un borracho con miopía, de pronto ves de cerca, de pronto no se ve más, de pronto ves de lejos, y de repente te chocas con algo, incluso hasta se puede perder la visión por completo, y pasar a ser un nuevo no vidente. No es tan preocupante… ya se sabe que «ojos que no ven…corazón que no siente».

En esta parte es un poco más poética la enfermedad; la chica de la escuela que mencionaba antes, fue la que me rompió el corazón, pero al parecer, esta enfermedad trae trastornos cardíacos mucho peores, como si le dejaran desconectado el corazón a uno, y no tuviera batería de emergencia. Y es en donde se me derrumbó la teoría del refrán… el corazón sí siente, a pesar de lo que opinen los ojos.

Y como si no fuera poco, la sangre está contaminada. Es decir, en lugar de sangre, el corazón me bombea azúcar. Y como hace falta sangre para cicatrizar o combatir infecciones, estoy en serios problemas. Siempre quise tener una venganza con los mosquitos, pero parece que son inmunes al azúcar

Esto es mucho más interesante todavía, cuando no le llega agua al tanque, por los grifos no sale nada líquido. Lo mismo pasa con el cerebro, parece ser que trae trastornos de personalidad. Algo así  como alterando la cordura, yo diría que hace que aflore el carácter más sobresaliente, si  una persona es triste se vuelve depresiva, si es irritable le causa ira. Estoy seguro de que todavía no estoy en ese punto porque si lo estuviera, seguramente me hubiese sentado a escribir.

Lo peor de todo es que causa una sed infernal, excesiva. Bebes y bebes sin poder parar, y una botella, y al sanitario, y otra botella, y se transforma en un círculo vicioso, en donde no se puede parar de tomar para luego tener que ir a deshidratar y seguir bebiendo, como el chiste de Manolo y la luz de giro en la rotonda.

La vida con diabetes es una terrible tortura, no se puede terminar una labor, no se puede descansar, no se puede dormir, encima trae pérdida de peso y un hambre atroz que te persigue todo el día por cada lugar que vayas.

Pero no soy tonto. Debo tomar medidas. El tratamiento consiste en poner atención a la alimentación. Se suprimen las pastas de los domingos. Nada de probar la «pomarola» con el trozo de pan.  Se le dice adiós a los helados en la costanera. Nada de ir al campo a comer tortas fritas con dulce de leche, ni tomar chocolate caliente, ni té con miel para la tos; la dieta es una verdadera porquería…

Lo que es fundamental como un sombrero, es el puré de calabaza: el manjar de cada día, sopa de verduras… Pero no, llega el verano, es época de ensaladas, así que más verduras, pero frescas. Se puede comer res, cerdo, pollo o algún otro bicho de granja, y de postre, fruta: manzana, pera y… nada más.

Pero hace mucho calor este verano, entonces me tomo una botella de algo sin azúcar, ni edulcorante derivado del azúcar; pero no se me va el calor, me tomo otra botella, y ahora ya estoy dudando… No sé si tengo sed o se me subió el azúcar otra vez. Voy corriendo a buscar una estación de servicio o local de comidas rápidas, y cuando salgo aliviado del sanitario, no sé si tengo sed porque me dio calor con la corrida, o porque la maldita glucosa tiene una fiesta en mis venas.

Llego a casa y la bolsa de verduras que compré en el mercado parece un ramo de flores robadas de un cementerio. Las pongo en la heladera igual. Agarro el aparatito para medirme y cuando me pincho el dedo me empieza a sangrar como un colador de la cantidad de agujeros sin cicatrizar que tengo, me quiero apurar a meter la sangre en la tirita y me pongo a rezarle a todos los santos que recuerdo, incluso un «Guajira» a Santana, el aparatito dice «254», y el médico me dijo que con ese valor tengo que ir al hospital.

De pronto se escuchan los gritos de las niñas y la madre persiguiéndolas por detrás, entonces me pincho con la jeringa de insulina una dosis más potente y salgo a defender las travesuras de mis pequeñas.

Ya es hora de hacer ejercicio. Eso me ayuda a más o menos, tener un poco de equilibrio en los niveles de glucosa. Me preparo en el garaje, pongo la música de «Rocky», agarro las pesas y a la tercer levantada se me empiezan a caer lágrimas por donde antes sudaba, el cansancio me quiere ganar otra vez, sigo con la última fuerza que me queda hasta que los ojos se me ponen rojos y me duelen hasta los pelos de la nariz, y ya no puedo ni girar el grifo de la ducha…

Llegó la hora de la cena. El arte culinario, mi favorito. Uno de los grandes placeres del universo, lavo las verduras y las preparo con todo el amor del mundo. Aceite de oliva, pimienta, sal, y mientras los bifes se cocinan consumo un poco de ají en vinagre como la nutricionista dijo. Se sientan todos a la mesa y el primer comentario es: «¿Dónde están las papas fritas?»

Al final no es tan difícil vivir con esta enfermedad, solamente hay que acostumbrarse a vivir sin hidratos de carbono, que todavía no me puedo imaginar cómo llega eso a meterse dentro de una pizza, pero… la nutricionista dijo que no; solamente hay que respetar las cuatro comidas, desayuno, almuerzo, merienda y cena, como si en un día tuviera tiempo para todo eso.

Ya se hizo de noche  y tengo que tratar de descansar; después de bañarme, tomo un libro y a la cama: «En una mancha del lugar, de nombre cuyo no quiero nombrarle, no ha mucho tiempo que vivía un gordo de los de panza en astillero, grada antigua, rocín flaco y galgo comedor…» y ya veo cualquier cosa. Entonces pongo una película y mi esposa se acuesta a mi lado, empiezo a sentir calor, y más calor, y el corazón que quiere salir del pecho y me empieza a temblar todo el cuerpo, me levanto corriendo y saltando. Cuando agarro el aparatito no puedo tener el dedo quieto, después de varios intentos consigo pincharlo, y la endemoniada tirita que no se queda quieta. Tengo que apretarme hasta que desparramo sangre por todos lados. Por fortuna le cae una gota a la tira y el aparatito marca «cuarenta y cinco». Necesito algo dulce con urgencia. No encuentro nada dulce. No compro cosas dulces. Entonces me acuerdo del cacao. Un vaso de leche con cacao ¡Eso sí! Al terminar el vaso, me siento en el sillón a esperar que se normalicen los valores según los estándares establecidos.

Cuando dejo de temblar, tengo que limpiar el desparramo de leche y cacao que hice por toda la cocina y vuelvo a la cama. Parece que mi mujer está soñando con el galán de su novela, sonríe y se acaricia como si sus manos fuesen las de su amante, es una noche calurosa, me da un beso, y otro, y me empieza a acariciar, y con toda su dulzura se me acerca más y más, y ¡No!, la nutricionista me dijo que cosas dulces no. Agarro la almohada y me voy a dormir al sofá.

Mañana cuando me despierte mandaré a hacer tarjetas para repartir entre la gente del supermercado, esto del marketing y los conejos parecen perjudiciales para la salud…



Rodolfo González


Supersticioso al fin

ESTÁ BIEN TEMER

De niño me asustaban con el “hombre de la bolsa”, quizás era un señor simpático, nunca lo supe, desafortunadamente no llegó. Me hacía sentir curioso ¿Qué llevaba en la bolsa? ¿Podía usar maleta? ¿Era un hombre sin hogar? ¿Por qué no se quedaba en su casa? ¿Tenía trabajo? ¿Le gustaban las golosinas de chocolate? Era un niño, me cuestionaba todas estas cosas, así fue que nunca consiguieron asustarme con él, todo quedaba resumido en: -Dormite o te doy un chirlo en la cola-
Pero no puedo negar que tuvo influencias, este suceso, hizo que llegara a crecer creyendo en todo tipo de supersticiones, el mal de ojo, la culebrilla, el empacho, la llorona, el chupacabra, los pitufos asesinos, Mr. T, los juanetes y las patas de gallo; quizás alguno más, no era miedo, era otra cosa, no sé, no puedo explicarlo, pero estas cosas me hacían sentir de un modo algo inusual.
En mi adolescencia, vivía casi de acuerdo a lo que las supersticiones me permitían, si conquistaba una mujer en primavera, seguramente iba a ser una relación floreciente, si lo hacía en invierno podía ser una relación fría, y así con las demás estaciones, pero también había otros factores que podían influir en mis conquistas, si se pintaban las uñas de los pies, si sabían hacer tortas fritas, si usaban toallitas perfumadas. Todas las mujeres tenían que sortear estos “obstáculos” si querían llegar a tenerme en sus brazos.
Lo mismo aplicaba a la escuela, si la profesora cumplía años en determinada época del año podía ser favorable o perjudicial, si nacía en diciembre o en agosto, para los exámenes, también aplicaba, si me iba mal en 5 exámenes seguidos en el sexto me iba a ir bien, entonces, empecé a elegir las materias que iba a rendir en fecha y las que iba a esperar la sexta oportunidad.
Luego aplicó a cada trabajo que tuve, si el nombre de la calle era favorable, el trabajo podía ser redituable, si la altura tenía un número nefasto, podía ser catastrófico, pero los números también tenían relación, si la suma de todo terminaba en número impar, seguramente me podía resultar un fracaso, pero si terminaba en par, y era por arriba del 6 podía llegar a ser un trabajo digno.
Todos los aspectos de mi vida estaban regulados, por la superstición, si me enfermaba cuando había luna llena, podía morir, así que trataba de hacerlo cuando había otras lunas, y al menor estornudo, podía mirar al cielo, si la luna era favorable, me tiraba en la cama a enfermarme en paz, o aguantaba unos días para caer desfalleciente.
Incluso, todo esto, podía ser de gran ayuda con el azar, así fue como empecé a apostar de acuerdo a las probabilidades, y si me encontraba una moneda en la calle jugaba a la quiniela al treinta y dos, si veía una caída, al cincuenta y seis, pero estos números, también tenían que llevar una relación, no podía jugar a un número que no sumara seis o llevara un seis, si apostaba a uno sin seis, era fija que perdía, entonces tenía toda una estratagema planeada.
Luego tuve la fortuna de conocer el mundo cibernético, y mandaba cadenas de mails en las que si se lo enviaba a cinco contactos los poderes divinos me iban a proteger de absolutamente todos los males, y si no lo enviaba podía morir esa misma noche, así fue que todas las noches me sentaba a reenviar rigurosamente cada una de las cadenas de protección, pero también llegaron las redes sociales, y le mandaba mi número de teléfono a Dwayne Johnson, y compartía estados de adivinación, la estampa del hijo de puta de la muerte o de la suerte, para el caso era lo mismo.
Se puede decir que ya soy un hombre mayor, y no puedo quejarme de la vida que tuve, nunca terminé mis estudios, por no tener continuidad laboral, no me voy a pensionar, y sigo soltero, vivo debajo del autopista, así es que cada día disfruto de mi vida, pero como no soy tonto, fui hasta el templo y me bauticé.

El hombre que da pena



YO TAMBIÉN LA TENGO CHIQUITA


No puedo decir que mi problema es grande, pero puedo decir que tengo un problema serio, bah, ¿Qué problema no lo es? No quiero sonar egoísta, pero verdaderamente mi problema puede ser muy desagradable, y no sólo para mi, porque desafortunadamente tengo que compartirlo.
La mayoría de la gente usaría el término “Embarazoso”, pero debo decir que esta definición, no aplica a mi problema, ya que se puede decir que es todo lo opuesto. Sí, puedo decir que tengo un pequeño problema, muy pequeño, no es algo genético, no es una enfermedad, no es una malformación, es “casi” una formación.
Ya no me avergüenzo, pero todavía siento algo indescriptible, sí, lo voy a confesar así, no tengo un pene que es una pena, porque sería demasiado generoso, mi miembro, no es sólo casi imperceptible, cuando fui al médico la última vez lo pudieron estudiar usando un microscopio.
Es muy pequeño, la primera vez que estuve con una mujer a oscuras, a punto de iniciarme en eso del amor carnal, ella creyó que le picaba un mosquito en su femineidad, me tiró veneno en aerosol (eso sí que arde), luego me vio desnudo y me dijo: -Te está picando en los labios a vos… ¡Sos lesbiana!- y pegando alaridos corrió desnuda de mi casa y nunca más se acercó.
Es doloroso… con el tiempo me enteré que en el barrio dudaban de si era hombre, mujer, andrógino, o engendro y como nadie se me acercaba llegó un momento en que tuve necesidades masculinas… y para masturbarme tenía que usar la pincita de depilar… y la lupa.
Busqué ayuda, en cada hospital, en cada doctor, en internet, probé con productos químicos, con productos naturales, hasta con “El flautista de Hamelin” y nada; el mejor cirujano del mundo me examinó y me dijo que el cambio de sexo era mejor opción; hasta que un día se me ocurrió inyectarme uranio, crecer… no creció nada, pero empezó a explotar.
En mi matrimonio fue lo peor, cada vez que teníamos relaciones, mi esposa no conseguía llegar al orgasmo porque tenía cosquillas. Intentamos de todas maneras, hasta que todo cambió, así de golpe, empezamos a tener relaciones y ella me preguntaba que quería cenar, cuando yo la miraba fijo a los ojos me decía que entre otra vez, y no había salido.
Para ella, tener relaciones conmigo era aprovechar el tiempo, mientras yo estaba arriba de su hermoso cuerpo, ella hablaba por teléfono, y cuando comenzaba mi trabajo, hasta se quedaba sin señal, no podía ser peor. Pero sí lo fue, un día se dio cuenta que podía usar mi masculinidad en su favor, y cuando perdió el escarbadientes, por fin tuve sexo oral… me usó el miembro para limpiarse las muelas.
En la desesperación por salvar mi matrimonio tuve que comprar vibradores y consoladores de todos los modelos y tamaños, de esos que se usan con arnés, pero las instrucciones estaban en chino y me lo puse al revés; es increíble lo que sentí… pero ella no… ella no gozaba, no disfrutaba nada, hasta que aprendí a usarlo, y cada vez quería más y cada vez más, hasta que compré el matafuegos, ahí se calmó.
Ella me ama, pero todo esto era traumático para los dos, y como le daba vergüenza tener un amante se consiguió dos; pero nunca me reprochó nada, nunca se quejó de que salpicara el inodoro, por eso la amo. Una vez me tomé un viagra para probar si me crecía, después de media hora me miré y parecía un fósforo, la llamé y le avisé: -Mi amor me tomé un viagra, en 5 minutos llegó- me respondió: -Te espero en cuatro- y tuve que apurarme, porque no llegaba…
Pero cuando hablo del amor de mi esposa, es amor desde adentro, bien adentro de las entrañas, ella siempre decía que yo tenía la silueta de una estatua de la Grecia antigua, a lo que yo le respondía que en Grecia en la antigüedad, era mas bello tener el miembro pequeño, de ahí que las estatuas están hechas así, ella sonreía y me decía: -Mi amor… también estaba bien visto tener relaciones entre hombres… y ni la estatua de Cupido la tiene tan chiquita.-  
Harto de mi desgracia, la miseria, y de las burlas, llamé al “Récord Guinnes”, quise marcar un récord, y vinieron, y me examinaron, y todo lo que hacía falta, pero no tenían como medir medidas inferiores al milímetro de ancho…