Supersticioso al fin

ESTÁ BIEN TEMER

De niño me asustaban con el “hombre de la bolsa”, quizás era un señor simpático, nunca lo supe, desafortunadamente no llegó. Me hacía sentir curioso ¿Qué llevaba en la bolsa? ¿Podía usar maleta? ¿Era un hombre sin hogar? ¿Por qué no se quedaba en su casa? ¿Tenía trabajo? ¿Le gustaban las golosinas de chocolate? Era un niño, me cuestionaba todas estas cosas, así fue que nunca consiguieron asustarme con él, todo quedaba resumido en: -Dormite o te doy un chirlo en la cola-
Pero no puedo negar que tuvo influencias, este suceso, hizo que llegara a crecer creyendo en todo tipo de supersticiones, el mal de ojo, la culebrilla, el empacho, la llorona, el chupacabra, los pitufos asesinos, Mr. T, los juanetes y las patas de gallo; quizás alguno más, no era miedo, era otra cosa, no sé, no puedo explicarlo, pero estas cosas me hacían sentir de un modo algo inusual.
En mi adolescencia, vivía casi de acuerdo a lo que las supersticiones me permitían, si conquistaba una mujer en primavera, seguramente iba a ser una relación floreciente, si lo hacía en invierno podía ser una relación fría, y así con las demás estaciones, pero también había otros factores que podían influir en mis conquistas, si se pintaban las uñas de los pies, si sabían hacer tortas fritas, si usaban toallitas perfumadas. Todas las mujeres tenían que sortear estos “obstáculos” si querían llegar a tenerme en sus brazos.
Lo mismo aplicaba a la escuela, si la profesora cumplía años en determinada época del año podía ser favorable o perjudicial, si nacía en diciembre o en agosto, para los exámenes, también aplicaba, si me iba mal en 5 exámenes seguidos en el sexto me iba a ir bien, entonces, empecé a elegir las materias que iba a rendir en fecha y las que iba a esperar la sexta oportunidad.
Luego aplicó a cada trabajo que tuve, si el nombre de la calle era favorable, el trabajo podía ser redituable, si la altura tenía un número nefasto, podía ser catastrófico, pero los números también tenían relación, si la suma de todo terminaba en número impar, seguramente me podía resultar un fracaso, pero si terminaba en par, y era por arriba del 6 podía llegar a ser un trabajo digno.
Todos los aspectos de mi vida estaban regulados, por la superstición, si me enfermaba cuando había luna llena, podía morir, así que trataba de hacerlo cuando había otras lunas, y al menor estornudo, podía mirar al cielo, si la luna era favorable, me tiraba en la cama a enfermarme en paz, o aguantaba unos días para caer desfalleciente.
Incluso, todo esto, podía ser de gran ayuda con el azar, así fue como empecé a apostar de acuerdo a las probabilidades, y si me encontraba una moneda en la calle jugaba a la quiniela al treinta y dos, si veía una caída, al cincuenta y seis, pero estos números, también tenían que llevar una relación, no podía jugar a un número que no sumara seis o llevara un seis, si apostaba a uno sin seis, era fija que perdía, entonces tenía toda una estratagema planeada.
Luego tuve la fortuna de conocer el mundo cibernético, y mandaba cadenas de mails en las que si se lo enviaba a cinco contactos los poderes divinos me iban a proteger de absolutamente todos los males, y si no lo enviaba podía morir esa misma noche, así fue que todas las noches me sentaba a reenviar rigurosamente cada una de las cadenas de protección, pero también llegaron las redes sociales, y le mandaba mi número de teléfono a Dwayne Johnson, y compartía estados de adivinación, la estampa del hijo de puta de la muerte o de la suerte, para el caso era lo mismo.
Se puede decir que ya soy un hombre mayor, y no puedo quejarme de la vida que tuve, nunca terminé mis estudios, por no tener continuidad laboral, no me voy a pensionar, y sigo soltero, vivo debajo del autopista, así es que cada día disfruto de mi vida, pero como no soy tonto, fui hasta el templo y me bauticé.