Aunque el
terapeuta me lo había prohibido, mi jefe me decía que yo trabajaba de
liquidador, y no me gustó, y con esa insatisfacción sobre mis hombros decidí
cambiar mi vida; no quisiera vivir insatisfecho durante lo que me quede por
vivir, por eso tengo que estudiar posibilidades, tengo que ver como vive el
resto del mundo…
Armé mi equipaje y me embarqué, no importaba
hacia donde, lo único que importaba era que sea con destino a una sociedad
distinta, y así, me encontré navegando durante un tiempo; en alta mar me di
cuenta de que la tripulación de aquella embarcación también tenía un modo de
vida distinto al mío, y por un momento la idea de vivir navegando me sedujo un
poco, pero luego razoné que en esa forma de vida no había espacio para el arte,
y ya no me gustó ¿Cómo voy a navegar constantemente sin asistir a un concierto
en el momento en el que tenga ganas? Mejor sigo buscando…
Al cabo de un mes de viaje anclamos en un puerto
oscuro, lúgubre, triste, y me dio lástima, así que decidí desembarcar e investigar
esta sociedad, tomé mi bagayo y caminé tierra adentro, las calles eran de
tierra, de color rojizo, la lluvia la había transformado en barro, además tenía
un aroma especial, por un lado aroma a hierbas en el amanecer, y por otro lado,
un espantoso hedor a sangre vieja, lo cual era bastante inusual, y confuso.
La gente me observaba con tristeza en la mirada,
y yo sentía pena, llegué a la construcción más grande del poblado y, con una
gran sonrisa, pedí hospitalidad, pero en un lenguaje absolutamente desconocido
escuché unos poco amigables alaridos, lo que me hizo alarmar, y como me pareció
que no fui bienvenido decidí continuar mi rumbo, durante horas caminé sin
entender nada de lo que pasaba a mi alrededor, las mujeres con sus torsos
desnudos lavaban sus harapos en un riacho, y los hombres, también semidesnudos,
mostraban las presas que habían conseguido en sus cacerías y gritaban mientras
se golpeaban en el pecho, sospecho que competirían entre ellos para cazar una
buena presa, o simplemente una mejor que la de los demás; luego miré al cielo y
traté de imaginar como sería mi futuro en un lugar así, y no se explicar muy
bien el sentimiento que sentí, fue una mezcla de dolor y asco, por lo que mi
primer reacción fue empezar a correr, y salí disparado hacia lo más salvaje de
la selva.
Por momentos sentía que me estaban observando,
por momentos escuchaba nuevos sonidos, y por momentos sentía una ansiedad
confusa, hasta que descubrí que estaba siendo acechado, al parecer, las bestias
salvajes del lugar habían salido a almorzar, unos lindos felinos, grandes, con
melena, de mirada simpática y respetables garras se estaban preparando para
comerme, entonces muy lentamente emprendí mi marcha y de pronto una manda de
gacelas muy tiernas me salvó el pellejo ocupando mi lugar en el almuerzo de los
simpáticos felinos.
Cuando ya no me respondían las piernas, dejé que
mi cuerpo se desfallezca, y en ese momento una avioneta pasó muy cerca mío, con
dirección al sol, y con más fuerzas corrí a su encuentro, al llegar al precario
aeródromo, me cuidé de que nadie me viera, y tomé prestada la nave, después de
volar un rato sentí que la avioneta era bastante liviana, y nunca me había
imaginado que era tan fácil pilotear un aparatito de esos, hasta que al cabo de
unas horas de vuelo, unos aviones muy ruidosos, de color verde, empezaron a
volar muy cerca mio; en la radio se escuchaba que alguien intentaba decirme
algo, también en un idioma desconocido parar mi, de pronto unos disparos me
obligaron a bajar los alerones y traté de aterrizar, pero las flechas que me
habían disparado al despegar, me habían dejado sin aire en las llantas, así que
después de atravesar una densa y extensa nube de humo, no me quedó más remedio,
que forzar el aterrizaje, no fue tan grave, después de estrellarme en esa calle
en ruinas y en medio de un tiroteo salí disparado a refugiarme, entré en la
única edificación que quedaba en pie, y exhausto me dormí, hacía mucho calor.
Al despertar, estaba amordazado y atado a una
silla, el baldazo de agua me vino bien, había transpirado mucho, y hacía días
que no me podía bañar, pero ese aparato que chispeaba cerca mio, me hizo pensar
que quizás esos felinos hubiesen sido más piadosos.
Se me retorcieron todos mis músculos, me salía
humo de los rincones más inauditos de mi fisonomía, y todavía seguía sin
entender lo que querían de mi, no entendí una sola palabra, así que le mandé un
cordial saludo a la madre, la hija, la abuela, y toda la familia del que tenía
el arma más grande, y al parecer eso si me lo entendieron, entonces uno de
ellos se me acercó y me preguntó en mi idioma acerca de mi situación en ese
condenado lugar, y después de que les expliqué como había llegado ahí, y que
andaba buscando el tradujo a sus compañeros, y todos se rieron de mi, entonces
me dieron agua, y decidieron dejarme ir, como hacía mucho calor me dieron un
trago de agua, y me desearon suerte, al salir, el calor me quemaba en los ojos
y apenas distinguía las ruinas a lo largo de a calle, de pronto sentí un
silbido ensordecedor y nuevamente me quedé sin sombra, y sin nuevos amigos, y
ahí reaccioné, no podía soportarlo, era demasiado para mi, podía aguantar
cualquier cosa, pero quedarme sin sombra en medio de todo ese calor ya no lo
pude soportar; miré al cielo por unos instantes y me imaginé un futuro triste,
violento, y con mucho calor, definitivamente no podía vivir en ese lugar,
entonces emprendí la marcha, y me embarqué en un muelle olvidado, atrás quedó
la violencia, los gritos, la sangre, y los felinos hambrientos.
Después de unos días dormido en el mar y con la
boca reseca, una señorita muy rubia, de perfectas facciones, y con la belleza
extra natural que sólo los ángeles pueden tener, me despertó tomándome
suavemente de mi mano, nuevamente tuve problemas de comunicación, pero ella era
hábil haciendo señas, y así pudimos empezar a comunicarnos, me llevó con ella a
una cabaña, no muy lejos del mar, las liebres correteaban por el lugar y ella
jugaba con casi todas las criaturas moradoras del bosque, parecía un lugar
encantado, como en cuento de hadas, entonces tuve miedo de que apareciera
alguna bruja malvada, pero ella me confirmó que ya no quedaban brujas cerca, y
que las últimas habían sido quemadas varios siglos atrás, entonces me quedé
tranquilo.
Después de varios días comenzamos a aprender
palabras de los idiomas que hablábamos cada uno de nosotros y nos pudimos
entender mejor, por las mañanas yo salía a recoger leña, y ella amasaba junto
al fuego, luego me preparaba un trozo de queso de cabra rebozado con harina de
trigo y un vaso de vino, y en ese idioma indefinido me decía que eso me hacía
fuerte y grande, lo que yo no entendía muy bien, porque ya era grande yo, pero
igual no iba a discutir el desayuno que tan rico le salía, por otro lado, por
las tardes, ella salía a recoger flores, y a lavar su ropa a la orilla del
arroyo que llegaba hasta el mar que me había traído, y luego volvía a la cabaña
a tejer o algo por el estilo, entonces pasó.
La noche se presentaba tranquila, los lobos
aullaban a la distancia, y el frío empezó a sugerir un abrigo, inusualmente,
más, y ella parecía tener mucho frío, entonces me sugirió que caliente su
lecho, y como por la tarde me había ido a bañar, no tuve problemas en
complacerla, me encontré con que ella tenía la piel suave como la seda, pero
fría, el aliento dulce, sus cabellos de oro maravillosos, y una silueta que se
parecía al concierto brandenburgués, entonces las fuerzas de la química, y las
leyes de la física, empezaron a actuar, hasta ese momento el significado de la
palabra magnífico era algo que tan solo podía imaginar, y definitivamente era
hermoso, ella me prometió amor eterno, y se rindió al sueño, parecía el lugar
perfecto, todo era hermoso, por las noches se podía dormir plácidamente, y
hasta despertarse era hermoso, imaginé mi futuro en ese lugar, y por momentos
me pareció fantástico, pero igual tenía que seguir buscando, así que por la
mañana, dejé una carta, tomé mi bagayo y marché.
Después de caminar varias horas encontré unas
vías de ferrocarril y decidí seguirlas hacia el este, mientras caminaba por las
vías, recordaba los momentos que había vivido desde que decidí partir, y me di
cuenta de que el mejor lugar había sido ese bosque donde vivía esa divina
hembra de humana, pero igual tenía que seguir buscando, quizás encontraría un
lugar mejor, y pensando, recordando, y caminando, llegué a un nuevo poblado, la
estación de tren era antigua, así como las arrugas del boletero, había
solamente dos personas esperando viajar, una esperaba el tren que se dirigía al
oeste, y la otra esperaba el que iba al este, mi intuición me decía que
dirigiéndome hacia el sol encontraría nuevos horizontes, y por otro lado hacia
el oeste casi todas las sociedades son muy parecidas y no tenía mucho tiempo
para perder así que sin dudas salté al vagón aquél escapándome del guarda que
me reclamaba no se que cosa, ni en que idioma; en el viaje el paisaje desfilaba
para mi, y me mostraba vegetación de la más diversa, y una fauna nueva para mis
ojos, así como el relieve también me mostraba sus maravillas, en las alturas miles
de aves, de muchos colores, y de distintos colores también, viajaban a mi lado
en la ventanilla del tren, y por lo bajo, manadas de cosas que parecían equinos
me saludaban al pasar, atravesando el río, unas bestias de aspecto simpático y
feroz rugido asomaban sus ojos en la superficie el agua, y de pronto una bestia
gigante con grandes orejas y un par de colmillos bastante respetables, tenían
la cola corta, y la trompa larga, quizás sería una de esas bestias de la que
los diarios hablaba antes de que yo partiera, de todas maneras, el viaje en
tren fue de lo mejor de mi búsqueda, y hasta me entristeció tener que bajar de
la formación cuando la vía se terminó, tendría que continuar mi viaje
nuevamente a pie, nuevamente en un lugar desconocido, y nuevamente en compañía
de mi ansiedad de encontrar ese lugar maravilloso que el mundo me iba a ofrecer
para vivir en perfecta armonía por el resto de mi vida.
Después de varios días de viajar sin detenernos,
llegamos pues, a un lugar cálido, húmedo, y con gente simpática y pequeña,
tenían sus ojos hacia los lados y las mujeres no miraban a los hombres a los
ojos, y los hombres, aún con su escaso tamaño, no miraban amistosamente a los
extranjeros a los ojos, pero aún así, con esa hostilidad sobre mi espalda, caminé
tranquilo, a la vista de todos estos pequeños y simpáticos individuos, vi un
mundo completamente distinto al de occidente, vi muchas cosas nuevas, a decir
verdad, todo era tan antiguo que era completamente nuevo para mi, quizás solo
esa antigua profesión femenina tan antigua; es decir, no podían ser mas
peligrosos que aquellos felinos, ni tan salvajes como aquellos electrópatas,
así que me adentré con calma, y hasta contento de llegar a un lugar nuevo y
completamente desconocido, intenté comunicarme con uno de estos individuos y me
dijo muchas onomatopeyas que no comprendí absolutamente para nada, después se
acercó otro individuo que intercambió nuevas onomatopeyas con este y entre los
dos se pusieron de acuerdo para llevarme con ellos, caminamos un rato y una
edificación escalonada se nos presentó por delante, intenté llevar la cuenta de
todos los escalones que subimos, pero al terminar la escalera no me alcanzaron
los números o perdí la memoria, o algo más, porque no supe explicar ese número,
pero igual tuve la esperanza de no tener que bajar.
Cuando por fin estuve dentro de ese palacio, un
individuo, mucho más pequeño, un niño prácticamente, susurró estas onomatopeyas
a los otros dos, y luego aparentemente sonrieron, por lo que yo también lo
hice, entonces me miraron y súbitamente se produjo un silencio, de pronto con
un leve aplauso muchos más pequeños individuos llegaron a la estancia y me
ataron de tobillos y muñecas a una caña de bambú, y entre cantos onomatopéyicos
me llevaron en andas, pero ya había superado grandes riesgos y no me iba a
desesperar por esta situación así que muy tranquilo iba camino a la selva en
manos de estos pequeños individuos cuando un mono gigante apareció delante
nuestro y todos corrieron despavoridos, incluso se olvidaron de que me habían
dejado atado a la caña y me tiraron al suelo antes de correr, pero el animal
resultó de lo más simpático y me dio de almuerzo la sopa en la que me iban a
hervir a mi, inmediatamente después de saciar nuestro apetito me cargó y me
llevó con él, desesperanzado ya con mis problemas de lenguaje ni siquiera
intenté comunicarme con mi captor, pero ahora que había vencido mis mas feroces
miedos, y había salido del problema de comunicación sin siquiera haber
aprendido un lenguaje, continuaba mi camino hacia el destino con dignidad y en
un nuevo viaje nos embarcamos, aunque esta vez era yo el equipaje.
Entre las lianas y ramas más robustas
emprendimos un camino vertiginoso que a cualquier ser le hubiese parecido por
momentos peligroso, por momentos apasionante, o por lo menos excitante, y así
cruzamos por un rato la humedad y el calor de la selva, hasta que llegamos a
uno de los extremos, y nos detuvimos, de pronto lanzó un dejo de suspiro y
desde el hombro de este ser pude ver que muchos más seres con características
excesivamente similares se empezaron a acercar, un estrepitoso golpe en la
espalda contra las hierbas me hizo dar cuenta de que nuestro viaje había
concluido.
Poco a poco el resto de estos seres comenzaron,
olfatearme y examinarme minuciosamente con sus extremidades, y de pronto los
machos se golpearon en el pecho, descubrí, entonces que había sido adoptado por
una hembra de ojos muy lindos, que de inmediato me llevó con ella a comenzar
con mi nueva actividad, para poder ejercer su nueva labor, en la rama de un
árbol me dejó con uno de sus manjares más exquisitos, y mientras yo me
alimentaba, esta hembra me daba de palmadas en mi cabeza, lo que me resultaba
poco civilizado a la hora del almuerzo.
Los días fueron pasando muy tranquilos, me costó
un poco adaptarme a los paseos por las lianas, pero poco a poco me fui
aprendiendo algunos trucos, por las mañanas me tiraba a nadar, luego descansaba
en la copa de algún árbol hasta que los mayores traían alimentos, y después de
algunas bananas y palmadas dormía con mucha paz en mi hamaca.
La tranquilidad era absoluta, y aunque no me
guste, tengo que confesarlo, no pertenecía a esa sociedad tampoco, aunque ya
formaba parte de ella, hasta ese día; hacía mucho calor, y había mucha más
humedad de lo normal, de pronto mi “madre” me levantó en sus hombros y empezó a
correr, advertí que el resto del grupo también lo hacía, y de pronto un sonido
ensordecedor me hizo entender como fue que el pecho de ese macho del grupo, se
abrió de tal manera que dejó escapar parte de su salvaje corazón. En muy poco
tiempo ya solo quedaban pocos primates en pie, pero estos furtivos se ocuparon
de que esos pocos pasen a ser ninguno, y entonces fui “rescatado”, como estaba
lleno de heridas, todas producto del escape, me dejaron en un improvisado
hospital, donde me curaron todas las heridas, y me bañaron y vistieron
nuevamente; en el hospital tuve tiempo para reflexionar, para pensar, para
decidir, y como se trataba de algo sumamente importante, necesitaba tiempo, paz
, y algunas hierbas que abundaban en la zona, así que reflexioné usando mis
instintos, mis sentimientos, y práctico e influenciado raciocinio, cuando
terminé de hacerlo, caí en la cuenta de que ya había conocido la sociedad en la
que me sentía socialmente bien conmigo y con el resto de los individuos, y sin
dudas era esa, aquella sociedad que me había acogido en su seno en aquél bosque
mediterráneo, y decidí volver.
En mi viaje de vuelta me imaginaba todas esas
cosas que iba a poder hacer, y planeaba mi futuro en esa sociedad tan hermosa,
durante todo el camino de regreso soñé con mi futuro y me despertaba con una
sonrisa en los labios, por lo que el viaje se hizo mucho más corto así que
cuando llegué vi unos hermosos niños que jugaban alrededor de la cabaña, al
sentir el aroma a pan recién horneado me sentí en mi lugar, mi hogar, abrí la
puerta, y entonces ella, con la silueta que ahora parecía “La cabalgata de las
Walkirías” me observó sorprendida, y ese montañés agarró una escopeta y
disparó, con tan mal puntería que llenó de agujeros la estufa; en el idioma que
habíamos inventado le pregunté que hizo con la promesa de amor eterno que me
había hecho aquella noche y ella me contestó que aún me amaba, pero ahora era
la mujer del barbudo montañés, entonces me sentí estafado, defraudado y con
desesperanza, había sido engañado como un niño, y como dicen que los criminales
siempre vuelven al lugar del hecho, no me quedó más remedio que rendirme y
resignarme, volver al mundo cruel que me vio nacer.
Y entonces me quedé sin sociedad, otra vez a la
crueldad de ser el triste liquidador urbano, me pregunté muchas veces como pude
llegar a esa catastrófica situación y nunca tuve una respuesta concreta, quizás
si, muchas abstractas, pero escuché que vivimos en el plano de lo concreto, y
ahora ya tengo canas, todavía no encontré mi lugar en el mundo, intenté revisar
el archivo de mi memoria para comprobar que no lo había encontrado, porque
quizás ya lo había hecho y no me di cuenta, así comprendí que mi mayor
satisfacción en sociedad fue por poco tiempo en distintas oportunidades, y no
puede ser que no exista una sociedad en la que no sienta insatisfacción, tiene
que existir una en la que lo ideal no sea una utopía, pero no se tuvo noticias
de ninguna en la que lo social no se involucre con lo natural, y como puedo
vivir en una sociedad que se rige de normas y reglas que fueron creadas por
humanos sociales, y desde hace siglos que el sistema este de las normas
comprobó que no funciona.
En mi sentido más optimista, puedo agregar que
la sociedad ideal es aquella que fue maravillosa por un simple momento, por una
ínfima cantidad de tiempo, y fue tan frágil, tan suave, tan ideal, que no pudo
desarrollarse por completo, y se evaporó de tan solo nombrarla, la sociedad
ideal es un concepto que lo único que provoca es vivir ese recuerdo ínfimo, y
no se puede vivir del recuerdo porque la inercia es infinita, quizás, la
sociedad ideal para algunos terrícolas, sea esa en la que se puede negociar lo
que se resigna y lo que no, pero no puedo darme ese lujo de resignar nada.
El sacerdote del templo al que yo asistía de
pequeño siempre me explicaba cuando los medios cuestionaban la religión, que el
lugar lo construye uno mismo, que son los que interactúan los que lo
construyen, pero ser parte de una raza autodestructiva es muy complicado para
mi, y aunque lo intenté no pude ser feliz con la idea de ser liquidador, aunque
el terapeuta me lo hubiese prohibido.
El viaje de regreso se hizo más corto, llegué al
punto de partida, tengo que encontrar algo para hacer que me haga feliz y tengo
que conseguir trabajo, pero es tan difícil, que acabo de entrar en mi primer
crisis laboral.