Tienes los Fines...







Encerrado entre tres paredes y una reja, aún con un compañero y un ratón que viene cada tanto, uno puede llegar a sentirse en tanta soledad como cuando está casado. La prisión es un lugar absurdo, muchos se jactan de crímenes que no cometieron, algunos se arrepienten de sus actos, no falta quien encuentra consuelo en la religión, ni tampoco el que descubre su sexualidad.
Como decía antes, pareciera que fuera mi destino vivir en soledad, digo vivir, como podría decir existir, porque tengo entendido que la vida es otra cosa. Pero no es malo, tiene sus ventajas. No es lo mismo ser depresivo, a tener una existencia triste, porque no lo soy, pero tomo los sucesos de mi existir con una simpática resignación, cualquier humano en mi lugar, acudiría a la ayuda de estimulantes químicos, pero me suele suceder al revés.
La soledad de este lugar lo ayuda a uno a pensar, quizás no es eso, es la falta de preocupaciones, la falta de interés, la falta de responsabilidades, lo que llamo la libertad del encierro. Cuando uno forma una familia, o cuando interviene en cualquier tipo de sociedad, tanto laboral como familiar, el resto de los integrantes parece tener la necesidad de distraerlo a uno, como si fuera necesario, primordial, urgente. Y para ser funcional a esa sociedad uno tiene que perder la libertad de ser individual…
No puedo negar que podría ser un criminal, no tengo los fundamentos necesarios, pero no viene al caso en esta etapa. En este país existe algo que se llama “presunción de inocencia”, algo así como que le dan el beneficio de la duda al acusado, pero por lo general es solo para cuando descubren algún funcionario corrupto, tampoco es mi caso, no pueden, ni deben presumirme inocente, ni siquiera soy funcionario, pero me considero un criminal.
Todavía no cometí el crimen, es cierto, pero lo estoy planeando, por lo que me corresponde premeditación, pero como venía explicando, en este lugar tan oscuro, uno puede reflexionar con claridad, entonces, mi estadía en este lugar, la conseguí accidentalmente, como todo lo que he ganado en mi vida, pero después de meditar durante tanto tiempo, finalmente, llegué a una conclusión.
Había tomado notas de los sucesos desafortunados de mi vida, y aunque parecía mentira, había encontrado un patrón, la vez que me despidieron del trabajo, la vez que encontré a mi esposa en una orgía, el día que me detuvieron, y hasta el día que me casé; todos esos sucesos, y algunos otros, habían ocurrido el día cuatro de octubre, parecía que esta fecha estaba marcada, parecía que cargaba con una brujería, quizás fuera cierto.
Desde que tengo memoria, siempre he tenido una fortuna un tanto adversa, y cada vez que tomé medidas para que mis planes salieran como quería, siempre salieron al revés, así que tomé la decisión de planear las cosas de una forma inversa a mis deseos, quizás sea tarde, pero tengo que tratar de integrarme a la sociedad en la que me encuentro en este momento, y resultaría peligroso continuar con una metodología de vida que siempre me lleva al lugar opuesto de lo que espero.
Tenía una pequeña ventana desde la que podía observar el aeropuerto, pero esa mañana resultó empezar con mucha humedad, típica de la ciudad, calurosa, por la primavera, y soleada, nada extraño estaba sucediendo, solo era otro día sin sentido en la cárcel más absurda del país, pero unos pasos comenzaron a escucharse cada vez más cercanos, un ruido de llaves, y bisagras sin engrasar que crujían para terminar con un golpe seco de metal, cuando abrieron la reja de mi celda me llamaron por mi nombre (el verdadero) y el guardia me leyó un comunicado: “A los cuatro días del mes de octubre del corriente año, habiendo carecido de pruebas consistentes en la investigación caratulada como homicidio culposo del joven Juan José López, de oficio monaguillo, se le retira la denuncia y se procede a concederle la libertad”.
Y eso fue todo, me devolvieron, la flor de lis, el as de espadas, y unos condones con sabor a chocolate; volví a ponerme mi ropa, me condujeron hasta la puerta externa de la cárcel, el guardia me saludó afectuosamente, y así me encontré nuevamente atrapado en libertad.
Caminé al costado del autopista hasta que llegué a los límites de la ciudad, no tenía nadie que me espere, no tenía nadie a quien llamar, y no sentía interés por nada; lo único que necesitaba era llegar a la habitación que había dejado cerca de la costanera, seguramente el viejo italiano guardaría todas mis cosas, y me estaría esperando, así que al anochecer, me encontraba a punto de subir la escalera, para ver si por lo menos tendría un catre para poder descansar esa noche…
El viejo italiano solía escuchar tarantelas y beber casi todas las noches, y me pareció extraño que solo se escuchara el sonido de los grillos, así fue que toqué a su puerta, aplaudí, volví a tocar, y nadie respondió, me sentí un poco rebelde y se me ocurrió entrar por la ventana, me trepé unos centímetros y caí dentro, había un hedor como a encierro y humedad, como si no hubiera nadie hacía tiempo, encendí la luz, y me encontré con que el lugar estaba vacío, existía la posibilidad de que se haya tomado unas vacaciones, no tenía motivos para alarmarme, así que tomé la llave de la habitación que solía ocupar antes de quedar detenido, y subí la escalera apresuradamente. Al entrar en mi antigua habitación encontré un desorden que sí me preocupó, habían registrado la habitación por completo, alguien entró y buscaba algo, en un principio me sorprendí, pero luego de calmarme pensé en que los policías podrían haber venido, y desordenar todo.
Quizás el hecho de saber que no tengo ni compromisos ni responsabilidades me hagan sentir que no pertenezco a ningún lugar, pero en esa habitación, podía sentir mejor ser un desamparado, o un renegado, o un huérfano, o lo que sea que sentí. El viento del mar que se colaba por las chapas del techo haciendo un silbido agudo, o el ruido de olas chocando contra la costa, me recordaban siempre que había dejado de pertenecer,  cada vez que el techo se movía con un soplido, recordaba que no soy de este mundo, y puede ser que necesitara eso, necesitaba saber que no soy de ningún lugar, y así, dormí plácidamente.
Por la mañana, al escuchar a las gaviotas, abrí los ojos como si fuera un hombre nuevo, y decidí ordenar todo lo que había dejado desparramado, papeles, cuadernos, mapas, algo de ropa, algunas fotos viejas, no tenía muchas cosas, solo lo que estaba usando para darle un sentido a mi existencia, y para mi sorpresa, encontré algunos billetes en un bolsillo, era la suficiente para alimentarme por una semana, si la inflación me lo permitía.
Compré algunos víveres y decidí regresar, luego de calmar el hambre, se me ocurrió regresar a la escena del crimen, y fui hasta la parroquia. Me senté en un banco, y observaba el lugar, el nuevo párroco se sentó a mi lado, y con mucha simpatía me ofreció rezar, confesarme, comulgar, y demás sacramentos, cuando le dije que solo me falta la extremaunción, sonrió con ganas, y me invitó a tomar un vino con él, mientras hablaba sin parar servía una copa de vino fresco, y por todos los medios trataba de que yo me abriera, y le contara más sobre mí, parecía verdaderamente interesado en ser un pastor para su rebaño, así fue que decidí decirle que yo era quien había estado detenido por el crimen que allí se había cometido, y no se asustó, por el contrario, continuó escuchándome, le expliqué que necesitaba ver el lugar, entender lo que había pasado, pero eso cambió todo.
Comenzó con el sermón, el perdón, la resignación, y esas cosas a las que acuden los párrocos cuando uno tiene un problema serio, traté de escucharlo, como para que no se ofenda, y al finalizar con sus bendiciones, y con sus pasajes de las sagradas escrituras, y los rosarios, le ofrecí ser voluntario en los trabajos de la parroquia, y eso pareció ponerlo contento, aparentemente necesitaban a alguien que ayude con el mantenimiento, y los feligreses de la zona no son muy laboriosos, así que me invitó a aceptar mi propia oferta, a cambio de comida y oraciones, una santa oferta diría.
He leído y reflexionado bastante acerca de un tema trascendental de la humanidad como lo es el tiempo, entendí que no era lo suficientemente importante, ningún reloj en el universo podía ser más importante que detenerse a oler las rosas, y ya era demasiado con tener que cumplir una rutina para poder ser parte de la humanidad, no podía compartir la idea de que una canción dure tres minutos, ni que una película dure dos horas, me parecía una idea demasiado compleja, es decir, una construcción de lo más absurda, sobre todo en los últimos años, donde todo tiene que ser inmediato, y a las apuradas porque el litio no fue suficiente. Un filósofo que leí durante mi cautiverio lo llamó el “Síndrome de Mc Donald’s”, pero justamente por eso, porque no quería ser un esclavo del tiempo, no podía permitir que los últimos sucesos de mi vida sean en vano, y pese a las recomendaciones del simpático sacerdote me dispuse a continuar con mi búsqueda.
Para poder entender lo que necesitaba de mí, primero tuve que hacer un inventario, y para no fallar, ni repetir carencias, tomé un esquela y traté de comenzar a anotar, pero mientras miraba como las olas golpeaban la costa pensaba en que en realidad, no tengo más que un vacío en lo que se conoce como vida, podría ser que no tuviera ni corazón… al ver el humo del cigarrillo tuve la certeza de que tenía pulmones, por lo que pude certificar que puedo respirar, pero el vacío que sentía en el lugar donde antes latía un corazón, me decía que ya no podía sentir, seguramente no existía ninguna diferencia entre mi existir y la vida de los millones de peces que nadaban en el mar delante mío.
Tenía algunas certezas más, sabía que estaba detrás de darle un sentido a mi existencia, pero se me había ocurrido, que para conseguirlo, era necesario tener vida, anoté eso en la esquela, también podía imaginarme que para darle un sentido a mi existencia, tenía que conseguir establecer nuevos hábitos, como por ejemplo, darle un uso a mi metabolismo, tenía que enfocar una mirada hacia dentro, desde la distancia, revolver lo suficiente como para encontrarme y poder aprovechar todo mi potencial, y así en un acto de iluminación, abrí las ventanas, sentí el viento salado acariciándome en mi rostro y me dejé llevar, quise sentir la energía que las olas descargaban sobre la costa, y me arroje al mar, tendría que haber calculado mejor, cuando me desperté estaba sobre una roca con un sangrado que no sabía de donde salía, un profundo dolor en todas mis extremidades, y un gato queriendo cazar las gaviotas que me revoloteaban.
Cuando tuve suficiente energía, volví a mi habitación, necesitaba acostarme en la cama, recuperarme del golpe, y detrás de mí, noté que el gato seguía mis pasos, cuando subí las escaleras, y me dejé caer en el catre, el gato cruzó por la puerta con mucha confianza y lo dejé que me acompañé, se paró sobre un librero que se encontraba en frente de mí, y con sus patas traseras apoyadas me observó como queriendo comunicarse, o indagándome, en mi dolor, me quedé mirándolo a sus ojos, y recordé, que este animal en ciertas mitologías representaba a una diosa que no recuerdo el nombre, pero representa la protección, el amor, y la armonía, así que lo tomé como una señal. También representa a la brujería, pero como no era cuatro de octubre no me preocupé por eso.
Al anochecer, necesitaba salir, caminar, y podría decir que una copa, así que dejé entreabierta la ventana, por si mi nueva mascota necesitaba salir, y me fui. Mientras caminaba hacia el bar, el viento fresco del mar, sacudía mi mente, que se debatía entre intentar construirme como persona, y acabar con mí existir a lo grande. Verdaderamente, parecía un círculo vicioso, no podía concebir una sin la otra, y  necesitaba vivir para poder morir, entonces, no me quedó más alternativa que comenzar a construir una vida.
Al llegar al bar, después de tanto tiempo de ausencia, pareció que nadie me recordaba, así que pedí un trago y me senté a relajarme, el ruido, la violencia, la oscuridad, todo me resultaba muy familiar, como si nunca me hubiese ausentado, y una vez más me volví el hombre que alguna vez fui: el renegado, el huérfano, el asesino. Inconscientemente sonreí y alguien puso música en la fonola, la canción que empezó a sonar, no combinaba nada con el lugar, era algo así como una mezcla de jazz con música gitana, y una voz de mujer que pretendía esas cosas de niña caprichosa, pero en francés, así que no creo que nadie entendiera lo que la canción decía, ni mucho menos que le guste a alguien de los que estaba ahí, entonces, el encargado del lugar, notó lo mismo que yo, se acercó a la caja cargada de música y de un golpe seco, la hizo callar, pero inmediatamente, otra cosa nueva sucedió.
Puedo decir que desde el día que vi por primera vez sin ropa a Layla, (mi amante de la escuela), nunca vi una silueta tan perfecta como la que traía la mujer que acababa de entrar al bar, cualquiera pudo haberla confundido con una muñeca, quizás la hicieron usando un molde, sus ojos se veía cautivantes, sus labios se veían ardientes, y sus manos firmes, curvas por demás peligrosas, y un andar elegante, varios de los presentes intentaron convidarle un trago, pero ella no aceptó ninguno, se sentó sola en la barra, y bebía sin mirar a nadie, pero yo sentía que me miraba a mí.
No puedo negar que la presencia de esta señorita tuvo alguna influencia en mi, pero para el estado en el que me encontraba, debatiendo conmigo mismo, no era una buena idea adquirir una distracción, y en un bar de mala muerte al que acuden pescadores, marineros, marginales, y demás gente de dudosa reputación, esta presencia femenina era sin dudas una distracción, y aún cuando mi metabolismo intentó llamar mi atención, decidí apurar el trago y partir, crucé la puerta, encendí un cigarrillo y al dar unos pasos, sentí un viento en la nuca que traía un perfume suave y agradable, sorprendido por este inusual evento, giré, y la observé como se acercó hasta mí.
La lluvia creyó conveniente aparecer para echarme una mano, y sin decirme nada, ella sonrió, me tomó del brazo y caminó a mi lado, como si fuéramos viejos conocidos, y sin reproducir todo lo que se aparecía en mi mente, caminé sin prisa por la costanera, mientras la veía como me observaba cada vez que podía. Su mirada era algo inusual, por su forma de observarme, en sus ojos se podía ver, algo así como una mezcla de admiración, seducción, respeto, satisfacción, seguridad, era verdaderamente increíble, por fortuna la lluvia le sentaba bien, y aunque sabía que no podía ser como una niña de secundaría, también tenía algo de inocencia cuando caminaba a mi lado, y así llegamos a mi guarida.
Al amanecer, encontré todos los condones de chocolate sin usar, desparramados por el suelo, una botella vacía, el cenicero lleno, y me ardía la espalda, mientras me bañaba pude ver los arañazos, y demás marcas en el resto de mi cuerpo, quizás fue una noche fogosa, aún después de la ducha, todavía sentía su perfume impregnado en mí, cuando me senté en la cama a vestirme, el gato apareció en la ventana, y la chica había dejado un lugar vacío en el estrecho catre, pero desafortunadamente, solo tengo el recuerdo de haber llevado una muñeca conmigo, y nada más, no recuerdo que me hubiese acostado con ella, ni que me hubiera lastimado la espalda, solo quedó el perfume, y las heridas.
Quizás esa mañana me encontró con un estado de paz espiritual mucho más superior al habitual, y caminando en silencio llegué a la parroquia, el sacerdote estaba esperándome con varios feligreses a su alrededor, me preguntó si había pecado, y cómo no me esperaba la pregunta le respondí algo así como: “No tengo el conocimiento de haber pecado, pero tengo la sospecha, y si digo que lo hice, estaría mintiendo, por lo tanto pecando, pero seguro, puedo afirmar que voy a pecar de un momento a otro…”Se quedaron mirándome asombrados por un momento hasta que el regordete sacerdote, sonrió, me bendijo, y me llevó con él tomándome del brazo.
Me condujo a un subsuelo en donde nos encontramos frente a un retablo, hermoso, pero destruido, me preguntó si me animaba a restaurarlo, y cuando le dije que sí, pude ver como se sintió orgulloso, y volvió a las escaleras con alegría, miré nuevamente el retablo, con más detalle. Estaba muy bien tallado, la madera se conservaba en muy buen estado, tenía un estilo gótico, y parecía estar hecho por ángeles. Me pareció una tarea interesante, después de todo, lo único que quería era encontrar alguna pista sobre el párroco anterior, y esta tarea me permitía poder pasar más tiempo en esa iglesia. La lógica de hacer lo opuesto a lo que deseo está funcionando.
No esperaba bajo ninguna circunstancia tener éxito, pero el destino me llevó a la aventura de mi vida. Durante mi trabajo de restaurador, pude encontrar un cajón oculto en ese retablo, y al abrirlo, encontré un pequeño cofre con bastante dinero, varios fajos de diez mil, y bastantes piedras preciosas, por supuesto que me guardé todo. Aunque todavía el contenido era más amplio… mi arma con la bala de plata, y mi carnet de conductor, en seguida me recorrió un escalofrío por la médula. Recordé el revoltijo en mi habitación, el día en que me detuvieron, y no tenía ningún arma, recordé la charla con ese párroco en el bar, recordé que lo que esperaba encontrar era un vampiro, quizás él también quiera encontrarme a mí.


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