jueves, 27 de junio de 2019

Comportamiento Humano Volumen 0.3



FILOSOFÍA DE VIDA LIBERTAD Y LIBERTINAJE



Sigo escribiendo porque, la verdad, ya nada puede saciar esta sed.
La sed de encontrar nuevos horizontes, en los cuales no existan aquellos factores perjudiciales del ecosistema, y que solo favorecen el exterminio, la autodestrucción masiva de todas las especies, empezando por una sola: la raza humana.

¿Adónde fue a parar la música?
¿Qué fue de aquella revolución del amor?

La verdad es que nada de aquello parece haber servido en absoluto.
Los resultados solo demuestran cuán equivocados estaban.
Y, en tal caso, los poseedores de la verdad y las soluciones no eran otros que los atacados injustamente por esa manía absurda de creer que la libertad es solo libertinaje.

¿Por qué, si alguien que sabe mucho más que vos te pide que no elijas, vos igual elegís?

Hace años se descubrió que las caretas son de uso común, y ya no esconden nada.
Ni nadie.
Y solo me queda sentir lástima por quienes las usan…
En el extremo caso de que deba prestarles atención.

A veces me duele.
A veces me molesta.
A veces no existe.
A veces…

Esa clase de individuos es comparable con un vaso bien frío de kerosene.

Pero nosotros no elegimos ser seres superiores, ni iluminados.
Apenas tomamos un par de decisiones —en su mayoría erradas—, y a falta de quien las tome por nosotros, nos convertimos en una suerte de cerebros mágicos, degenerados, poetas, absurdos… y tomatelas.

Ellos dependen tanto de nosotros como… ¿nosotros de ellos?
¿Realmente dependemos de ellos?

La verdad es que los iluminados vivimos en nuestro mundo paralelo, que por casualidad se mezcla, muchas veces, con el de ellos.
Y esa marginalidad a veces es por opción. A veces es porque sí. ¿Y qué?

“Fui a las puertas del Edén y encontré todo muy bien.”

Llegué tan lejos como espacio conquistaron.
Estuve tan cerca como diminuta la distancia puede ser.
Arriba, muy arriba, hacia el sol.
Y profundo, tan profundo como el peso de la gravedad nos puede llevar un domingo cualquiera.

¿La levedad se logra ingiriendo levadura?
¿Se logra?

Es más fácil conseguir hielo en el infierno que no vivir en él y pisar el suelo de los mortales.

Los contactos están gastados.
La tristeza es eso que sentimos cuando llueven margaritas.
Una docena de rosas es solo eso.

Estar preparados es de boy scouts.
Y aquí no hay ni boys, ni scouts.
Quizás un Clint Eastwood.
Quizás un John Wayne.
Quizás un periodista al mediodía.

Los temas más profundos son los que menos conocemos.
Pero la profundidad es nuestro hábitat.
La miseria, una bicoca.
La pobreza, una vergüenza.
Y el viejo loco… es el viejo cuento del plato de madera.

Como explicaciones escasean —tanto como sabios o intelectuales—, el de todas las noches iluminará a continuación esa bola de grasa que les duele cuando las cuentas no cierran.

No tengo dinero.
No tengo auto.
No tengo relojes costosos.
Pero soy rockero, vieja.

No soy drogadicto.
No soy alcohólico.
No soy homosexual.
Y soy un santo.

Mi chamuyo es elegante.
Mis promesas, imprudentes.
Y esa seca rubia es mi pan tostado al desayuno (que no es lo mismo que ser Salvador, Guadalajara o Beirut).

Por fortuna, estoy completamente en mis seis sentidos.
Por desgracia, perdí la acidez estomacal, el asco, la resaca, el frío, el calor…
Y muy infortunadamente para todos, el sueño.

Que el viejo Santa sea el Papá Noel del capitalismo.
Y que aquí, en el subdesarrollo, siga siendo Papá Noel el que nos alegra una noche y nos regala los motivos para festejar cuando no los tenemos.

Que no se me pase el estofado.
Que no se me sequen las manos.
Y que el sudor no me consuma.

¡Qué alegría! ¡Si soy más ángel que el Lucifer!

Nota:
Este artículo ha llegado a nuestra editorial firmado por el articulador.
El remitente está borroneado, y solo se puede leer una frase más o menos así:
“M nt d oca.”

EL EDITOR



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jueves, 20 de junio de 2019

Comportamiento Humano Volumen 0.2



LA FILOSOFÍA DE LA MODA





Hoy vuelvo a escribir.
Otra noche transcurre en la ciudad. Esta noche. Pero El Articulador no descansa.
En cambio, una tremenda jaqueca —como de costumbre— aqueja a quien suscribe.
A pesar de eso, no puedo silenciarme.

Seres de otros planetas abruman mi inconsciente.
Terrícolas desafían mi poder-derecho de elegir.
Este fin de semana, el cansancio agobia mis sentidos.
La música, que ayer recordaba pequeños, dulces y lejanos momentos, hoy no lo consigue.
El tiempo se mezcla con el lugar.

No sé si preguntarme:

¿Qué día es? ¿Dónde estoy? ¿Cuándo soy?

Pero la verdad es que ni siquiera me importa.
Solo lo menciono con la cruel intención de molestar a su poder de razonamiento.
Nunca voy a dejar de hacerlo, porque estoy acá para eso.
Mis dedos fueron creados para meterlos adonde más molesten.

Hoy pensé:

“Las palabras ya no vienen a mí. Debo ir tras ellas”.

Sorpresa. Primer sospechoso tildado. Me dejó sin palabras.
Buscar palabras no es nada satisfactorio.
Y como si esto no fuera agotador, el probable portador —una terrícola hembra— no consiguió devolverme ninguna.

La vida de un iluminado en este mundo tan oscuro es bastante complicada.
Se mezclan todas las cosas, y resulta muy improbable conseguir algo que no haya sido inhumano.


En este caso: el deporte.

Se supone que es una actividad física que agota energías y desarrolla músculos.
Una especie de revancha que nos da “X” para cambiar la anatomía que la naturaleza nos regaló.

Ahora bien, ¿no sería mejor aceptar el regalo?
Por feo que sea, siempre es mejor agradecer que desear algo que nadie nos va a regalar.

Pero, ¿por qué no hacer un pequeño cambio? ¿Es necesario?

Mirá el desperdicio:

  • El tiempo que se pierde al realizar la actividad

  • El dinero invertido en establecimientos “más o menos dignos”

  • El riesgo de lesionarse ligamentos ya vencidos

  • El trauma de las duchas públicas

  • Y el gasto de seducir a alguien en ese ambiente tóxico

Uno pone todo su esmero.
Invierte la plata de la cooperadora de la escuela de sus hijos para arruinar una obra maestra de la naturaleza.
Y todo para que su entrenador personal diga:

“Hacete una cirugía acá y allá, teñite de algo 'Savage' y vas a estar esplendid.”

Evidentemente, en la escuela de entrenadores personales, desarrollan todos los músculos menos uno.
Ese que usted no tiene: el cerebro.


¡Honestamente!

No tiene sentido nada de esto.

Como decía una novia mía:

“Si te vas a meter, no me despeines.”

Tiene tanto sentido como una explosión de mariposas en un inodoro poseído por el espíritu de Gianni Lunadei.

¿Cómo conseguir su atención?
No se me ocurre nada.

Debí dejar el gimnasio a tiempo.
Ahora es tarde.
Ahora “yo me funciona el cerebro”.
El pelo se me cayó.
Mi rostro es un moco entre fosas y dedos.
Y la península de fábrica ya no me funciona.

Pero no es tan desesperante.
Conseguí un trabajo digno, sin necesidad intelectual: soy entrenador personal.

Es lo único que puedo hacer ahora que el cerebro ya no me funciona más.

Primera clase gratis.
La segunda también, si traés hombres.
Y si vuelve mi peluquero de la beach, te consigo una peluca “esplendid”.



Nota:
El Articulador acaba de quedar atrapado en un instituto psiquiátrico.
Fuentes confiables aseguran que su nuevo trabajo le fue otorgado por un profesional del área.

Aun así, creemos ciegamente en su doctor.

El Editor

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miércoles, 19 de junio de 2019

Comportamiento Humano Volumen 0.1




SABIDURÍA FILOSÓFICA





Hoy escribo.
No sé muy bien por qué. Tal vez porque no puedo quedarme callado cuando lo que siento me desborda.
Experimento una nueva sensación: una mezcla de soledad, ansiedad, euforia… y alguna que otra pequeñez sin nombre.

Estas palabras, como casi todas, pueden morir antes de nacer.

Me pregunto: ¿qué soy? ¿Soy lo que la vida hizo de mí? ¿O algo más inasible, más incierto?

Busco palabras que antes llovían y hoy me rehúyen. ¿Quién se quedó con ellas? ¿A quién pertenecen las palabras que fueron mías?

Y mientras intento encontrarlas, me pierdo en otro laberinto:

¿Cuál es mi destino?
Quizás alguien —no de este mundo— ya lo sepa.
Y cuando por fin lo descubra, puede que sea demasiado tarde.

Me vienen frases que alguna vez escuché:

“Serás lo que debas ser, o no serás nada.”
“Solo aquello que eres has de ser.”

¿Cuántas interpretaciones caben en una sola frase? Tal vez infinitas, o quizás ninguna.
Como si todo dependiera del sistema decimal… o de dividir 10 pares de medias entre tres hermanas.

Y hablando de sistemas:
El promedio —esa gran mentira estadística— nos hace creer que repartir injusticias es justicia.

“Es preferible tener un novio poeta a un novio quinielero.”
¿Preferible? Tal vez. ¿Necesario? No lo sé.
La pregunta destruye la afirmación.

Y ya que estamos...
¿Existe el tiempo?
¿Quién dijo que un año tiene 365 días? ¿Y si todo es mentira?

“There is no spoon.”
“I’ve seen dead people.”
“Margaret Thatcher es lesbiana y las manos de Perón andan buscando a Scioli.”

Todo es relativo, absurdo, y sin embargo... profundamente humano.

La suerte, la traición, el desconocido, la filosofía que se reduce a Moneda y Billete
¿Esa es la cultura que nos toca?

Y si hasta el alfabeto miente…
¿Entonces qué sentido tienen todas estas palabras?

“Asegurar es lo más seguro.”
Y quizá, también, lo más falso.

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