jueves, 20 de junio de 2019

Comportamiento Humano Volumen 0.2



LA FILOSOFÍA DE LA MODA





Hoy vuelvo a escribir.
Otra noche transcurre en la ciudad. Esta noche. Pero El Articulador no descansa.
En cambio, una tremenda jaqueca —como de costumbre— aqueja a quien suscribe.
A pesar de eso, no puedo silenciarme.

Seres de otros planetas abruman mi inconsciente.
Terrícolas desafían mi poder-derecho de elegir.
Este fin de semana, el cansancio agobia mis sentidos.
La música, que ayer recordaba pequeños, dulces y lejanos momentos, hoy no lo consigue.
El tiempo se mezcla con el lugar.

No sé si preguntarme:

¿Qué día es? ¿Dónde estoy? ¿Cuándo soy?

Pero la verdad es que ni siquiera me importa.
Solo lo menciono con la cruel intención de molestar a su poder de razonamiento.
Nunca voy a dejar de hacerlo, porque estoy acá para eso.
Mis dedos fueron creados para meterlos adonde más molesten.

Hoy pensé:

“Las palabras ya no vienen a mí. Debo ir tras ellas”.

Sorpresa. Primer sospechoso tildado. Me dejó sin palabras.
Buscar palabras no es nada satisfactorio.
Y como si esto no fuera agotador, el probable portador —una terrícola hembra— no consiguió devolverme ninguna.

La vida de un iluminado en este mundo tan oscuro es bastante complicada.
Se mezclan todas las cosas, y resulta muy improbable conseguir algo que no haya sido inhumano.


En este caso: el deporte.

Se supone que es una actividad física que agota energías y desarrolla músculos.
Una especie de revancha que nos da “X” para cambiar la anatomía que la naturaleza nos regaló.

Ahora bien, ¿no sería mejor aceptar el regalo?
Por feo que sea, siempre es mejor agradecer que desear algo que nadie nos va a regalar.

Pero, ¿por qué no hacer un pequeño cambio? ¿Es necesario?

Mirá el desperdicio:

  • El tiempo que se pierde al realizar la actividad

  • El dinero invertido en establecimientos “más o menos dignos”

  • El riesgo de lesionarse ligamentos ya vencidos

  • El trauma de las duchas públicas

  • Y el gasto de seducir a alguien en ese ambiente tóxico

Uno pone todo su esmero.
Invierte la plata de la cooperadora de la escuela de sus hijos para arruinar una obra maestra de la naturaleza.
Y todo para que su entrenador personal diga:

“Hacete una cirugía acá y allá, teñite de algo 'Savage' y vas a estar esplendid.”

Evidentemente, en la escuela de entrenadores personales, desarrollan todos los músculos menos uno.
Ese que usted no tiene: el cerebro.


¡Honestamente!

No tiene sentido nada de esto.

Como decía una novia mía:

“Si te vas a meter, no me despeines.”

Tiene tanto sentido como una explosión de mariposas en un inodoro poseído por el espíritu de Gianni Lunadei.

¿Cómo conseguir su atención?
No se me ocurre nada.

Debí dejar el gimnasio a tiempo.
Ahora es tarde.
Ahora “yo me funciona el cerebro”.
El pelo se me cayó.
Mi rostro es un moco entre fosas y dedos.
Y la península de fábrica ya no me funciona.

Pero no es tan desesperante.
Conseguí un trabajo digno, sin necesidad intelectual: soy entrenador personal.

Es lo único que puedo hacer ahora que el cerebro ya no me funciona más.

Primera clase gratis.
La segunda también, si traés hombres.
Y si vuelve mi peluquero de la beach, te consigo una peluca “esplendid”.



Nota:
El Articulador acaba de quedar atrapado en un instituto psiquiátrico.
Fuentes confiables aseguran que su nuevo trabajo le fue otorgado por un profesional del área.

Aun así, creemos ciegamente en su doctor.

El Editor

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