Era 17 de enero. Esa noche, densa
y húmeda, había tentado al azar, y no conseguí hacerme millonario. Cuando ya no
me quedaba nada en los bolsillos, caminé hasta el falcon, y me puse el uniforme… me calcé los zapatos… escuché un poco de cumbia para darme algo de
ánimo, y salí nuevamente a dar unos pasos, un poco como buscando consuelo. Las
prostitutas eran una tentación en la entrada de la villa, aunque todas eran
menores de edad; pero continué mi marcha y cuando pude notarlo, estaba paseando
por el barrio más exclusivo de mi ciudad. Me apoyé en la baranda de uno de los viejos
diques y arrojé con todas mis ganas el libro, ahí terminó el “Método infalible
para ganar en el casino”.
El calor era demasiado violento,
y así, con la depresión de quien ya no posee más que el orgullo por su trabajo,
seguí mi rumbo con pasos pesados. Hice
unos metros, y el azar tenía preparado algo para mí…
Observé que dos masculinos que
llevaban traje, con las características del servicio secreto, estaban rociando con combustible a un NN, y
me camuflé para estudiarlos y evitar el peligro. Siendo policía, y no sólo
policía, sino además, el orgullo de la fuerza, podría haberlos enfrentado, pero
no conocía la situación, por lo que me pareció razonable quedarme observando. Mientras
se agachaban vi sus armas, no hay más dudas, estos dos, pertenecen al servicio
secreto. Con extrema precaución me acerqué todo lo que pude, y así pude
escuchar lo que uno de ellos le habló al NN: -Te interrumpimos el polvo, pero
el fiscal se va feliz…- y lanzó una sonrisa socarrona.
Lo primero que pensé fue en que
el NN era sólo un cabo suelto. Llamé al servicio de emergencia dando la ubicación
del lugar y corrí de allí. En unos metros me detuve, miré la fachada del edificio,
había una marquesina que decía “Torre Le Parc”, cuando me dispuse a contactar
con el comisario, o con alguno de mis compañeros para contarles de la situación,
llegó una combi o van, sin patente. Inmediatamente volví a camuflarme, y
observé al secretario nacional de seguridad descender de la misma, hablando por
el celular. Varios policías venían con él, esta es mi oportunidad…
Lo más natural que pude y con
firmeza me acerqué a la van y comencé a descargar junto a ellos. Comenzamos a
desplegarnos en el edificio, y cuando todos íbamos en el ascensor el secretario
de seguridad nos habló: -Acuérdense bien lo que hablamos, no quiero errores,
dentro de un rato vamos a llamar a una fiscal amiga, que ya está enterada de
todo y cuando llegue tiene que encontrar el cadáver del fiscal más famoso del
país- tomó nuevamente el celular y le dijo – Ya estamos entrando… quédate
tranquila Cristina, te tengo al tanto….-
Al llegar vimos que las puertas
estaban cerradas. El secretario de seguridad dijo: -¡Qué pelotudos!- giró y sin
mirar a nadie continuó –vayan a traer un cerrajero de confianza, que no
pregunte nada, en lo posible conocido, no quiero tener que hacer bajar a nadie
más…-
Mientras esperábamos al cerrajero,
él continuaba hablando con el celular… -No señora, la persona que nos hizo
entrar, ya no existe más, lo que pasa es que la puerta quedó cerrada de adentro,
ahora viene un cerrajero. A nosotros nos conviene, es un testigo más, estoy
pensando en llamar a la madre… que vea que es todo normal… que no tenemos nada
que ver…-
Aunque él hablaba sin parar, se
escuchaban gemidos dentro del departamento, como si estuviera agonizando
alguien, pero no se podía abrir… para eso venía el cerrajeo. Ahí fue cuando uno
de ellos, tomó una llave y entramos. El
secretario de seguridad dijo: -Llamen a la madre, que venga.
Una vez adentro, el secretario de
seguridad, que ya me repugnaba fue directo al baño. Salió y dijo – todavía se
está muriendo el judío este…- y como si nada continuó – revisen todo ya, saquen
todo las pruebas que encuentren, no quiero ni un “post it” que mencione nada
con Irán, ni con la jefa, ni con nadie de su entorno, vamos- agregó un aplauso
y finalizó – A trabajar…-
Cada uno tenía una tarea
asignada. Uno fue directo a la notebook, otro fue directo al celular, otro a los
archivos, otro al escritorio. Yo me puse a revisar todo. Con una caja comencé a
guardar todas las pruebas que pudiera para salvar el trabajo del fiscal
agonizante. Mientras mis compañeros limpiaban el lugar, pensé en las cámaras,
este edificio y este barrio en particular están obsesivamente plagados de
cámaras, no hay forma de que nadie haya visto lo que está pasando, con mucha
rapidez, uno a uno comenzó a tener todo lo que habían ido a buscar. El
repugnante se metía un par de líneas, estaba excitadísimo, como orgulloso de lo
que hacían...
Inmediatamente hizo bajar a cada
uno, cerrar otra vez y guardar todo en la van. La camioneta salió disparada de
ahí, y yo no pude quedarme con nada, pero observaba las cámaras y se veía como
los domos de seguridad “vigilaban”. Entonces hice señas a la cámara, pidiendo
ayuda en morse con el encendedor.
Se acercó otra van y un par de
autos, y todos tuvimos que quedarnos ahí a esperar. Tomamos café, comimos algo,
y el repugnante no se separaba del celular, en todo momento hablaba con esta
Cristina… “Qué ya se muere”, “qué ya limpiamos”, “que no dejamos cabo suelto”,
“que ahora empieza el circo”, “que quédate tranquila, los iraníes están
contentos”, “que ya deben estar destruyendo las pruebas”, parecía que la tal
Cristina lo volvía loco con el procedimiento, hasta lo escuché que decía “Vos
me cuidás a mí, yo te cuido a vos…”.
Al cabo de un rato llegó una
mujer mayor al lugar. Parecía que habían traído a la madre, y al cerrajero. Intentaron
abrir, pero el cerrajero notó que la llave estaba puesta en la cerradura, así que fueron por la puerta de servicio. Ahí
pudo abrir bien la puerta y todos volvimos a ingresar al departamento. Cuando
entramos (otra vez), mis compañeros hicieron gestos y miradas de asombro, de
dolor, de molestia, le pidieron a esa pobre mujer que se sentara y llamaron a
una ambulancia para que la atendiera en su descompensación, no es fácil para
una madre enterarse de que su hijo muere estando solo…
El repugnante no se despegaba de
su teléfono celular, pero empezó a llamar a más gente, como para iniciar el
proceso “legal”, y entonces el lugar se llenó de gente. Vino una mujer que dijo
ser la fiscal del caso, y el repugnante le hizo un guiño cómplice. Enseguida nos
pidieron los celulares a los que formábamos parte del procedimiento, y así, el departamento
se transformó en una plaza de juegos. El
repugnante le sugirió a la fiscal que entrara al baño –Por ahí está agonizando
todavía…- le dijo, a lo que ella se negó, como si no quisiera ser ella la
última que lo viera con vida.
Como decía, el lugar se llenó de
gente, y yo me quedé con un radiotransmisor que no sé de quién era. Comenzaron
a hacer como que tomaban pruebas, iluminaron con luz oscura distintos lugares,
el piso, las paredes, parecía que quisieran no encontrar nada, ninguna prueba,
en seguida pidieron comida por delivery, gaseosas, y el lugar se transformó en
un picnic…
El repugnante mandó a la fiscal a
tomar café en la cocina; le ordenó que no salga, hasta que todos terminaran de
trabajar, y se fue a la habitación, antes de que cerrara la puerta lo escuché
decir: -Cristina… quédate tranquila, todo marcha bien ya llegó Vivi y están…-cerró
la puerta, y no escuché más nada. Entonces fui a observar el baño, en donde
estaba el cadáver, miré el cuerpo en el piso, las manchas de sangre, el baño
entero…
Noté que el cadáver tenía varios
golpes. El que más se notaba era en su nariz, un orificio de bala en el
parietal, hecho de atrás para adelante. Y la sangre en el piso, todo esto, era
muy claro, le dispararon y no murió de inmediato, arrastraron el cuerpo… quizás
para dejar trabada la puerta desde adentro, por lo que pudo ser más de un
hombre, se necesitó de por lo menos dos personas, para todo esto. Sin duda fue
un asesinato.
El que tenía la cámara con la que
filmaban todo el proceso evitó filmar las imprudencias, o mejor dicho la
contaminación adrede de todo el departamento, y sólo se centraba en filmar como
los integrantes del cuerpo forense hacían que trabajaban. El piso se vió
manchado de sangre por todas las pisadas de todos los que estaban en el lugar.
Una de las partícipes del procedimiento se fue a peinar al baño para poder verse
en el espejo, aún con el cadáver ahí. El repugnante llamó desde la habitación,
y respondiendo a su llamado abrí la puerta – Voy a descansar un rato, cualquier
cosa me avisan, y que no hable nadie con la fiscal, déjenla en la cocina que no
sirve más que para cocinar- sonrió y se le vio otra vez el polvo blanco en la
nariz, así que también se acostó en la cama del cadáver contaminando la
habitación…
Con toda honestidad, nunca había
visto tanta corrupción impune. Me hacía doler el pecho tanta injusticia, me
daba vergüenza ajena, asco, el proceder de esta gente era despreciable, y aún
continuaba pensando en el NN que habían rociado con combustible horas antes, no
podía dejar las cosas así, algo, por pequeño que sea, tenía que hacer. Respiré
profundo y me acerqué a la cocina, la fiscal estaba sentada en una silla,
tomando café y jugando al “Candy crush” con el celular en la mano. Al sentir mi
presencia, me miró a los ojos, en sus ojos podía verse desde kilómetros el
símbolo del dólar, cuando la saludé con la mirada, el radio que tenía en la
cintura habló “ya está todo quemado,
espero instrucciones… cambio”, apagué el radio y ella indiferentemente me
confesó: -Por mí no se preocupen…-.
Todo está perdido, la injusticia
volvía a ganar como lo venía haciendo durante los últimos 12 años, una víctima
fatal es el precio de la impunidad, no hay dudas del aparato de corrupción que
se montó para cubrir este asesinato, todos están en complicidad, pero las
cámaras de la calle deben delatar todo lo que está pasando, hay más pruebas de
todo esto, alguien tiene que hacerles pagar esto…
Lo que vi y lo que viví las
últimas horas, no me dice más que una cosa, el autor intelectual es la tal
Cristina. Estos son cómplices, pero el autor material no sé quién es, y no
tengo pruebas de nada, el NN que cubrieron de combustible… da asco esto…, y el
sueño me está venciendo, pero no puedo hacer nada…
Me fui a mi casa, nadie notó mi
ausencia. Al llegar me duché como para relajarme un rato largo, le pedí a mi
suegra alguna pastilla relajante o algo por el estilo y me la tomé sin dudarlo.
Me acosté y dormí como un ángel. Tuve
pesadillas de las peores, el fiscal asesinado me pedía ayuda, la fiscal que
debía investigar se reía a carcajadas, el repugnante seguía metiéndose cocaína
mientras también se reía a carcajadas, el NN sin rostro me pedía por favor ayuda,
así que puedo decir que fue sueño doloroso. Al despertar, prendí la TV para ver
las noticias, y todos los canales estaban hablando de la misma noticia: “El
fiscal que investigaba el atentado a la AMIA apareció muerto”.
Sin esperar, me apuré a ir a la
comisaria. Hablé con el comisario, le conté detalle a detalle la situación,
punto por punto, le expliqué lo que estaba pasando y le pedí consejo, solo pudo
responderme algo así como: -Lamento mucho que hayas estado presente ahí, que te
haya tocado vivir esta situación, lo mejor que podemos hacer, ahora que te
vieron la cara, es pedir tu traslado, al interior, lejos, donde no te
encuentren más.
Y aquí en un pueblo que ni figura
en los mapas, ni Dios conoce, ni tampoco quiero que conozca, observo como la
injusticia continúa allá en la capital…
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