lunes, 25 de agosto de 2025

Comportamiento Humano Volúmen 2.1



Nací una madrugada de esas en las que hasta las brujas tienen miedo. Mi madre murió en el parto y mi padre, al verme, exclamó:—Este chico va a ser una desgracia toda su existencia.

Y tuvo razón: no pude ser ni siquiera un existente...

De niño, me regalaron una bicicleta. A los diez minutos me atropelló un camión de basura. Sobreviví, pero porque los recolectores de residuos me reciclaron.

En el colegio, cuando levantaba la mano, los maestros no me ignoraban: directamente me la bajaban con un golpe de su batuta.

Con las mujeres tampoco tuve respiro. En mi primera cita llevé flores robadas del cementerio. Ella se fue horrorizada y me denunció por vandalismo necroromántico. Nietzsche aseguraba: “Lo que no me mata me hace más fuerte.” A mí lo que no me mataba me hacía más ridículo. Pero ella no entendió que yo estaba dispuesto a esperar que muriera para regalarle más flores.

Busqué mucho, con desesperación y cuando por fin conseguí trabajo, el día en que iba a empezar la empresa quebró. Marx se hubiese reído: ascendí a desempleado el día de mi debut laboral.

Estaba cansado de mi mala suerte, así llegué al borde de un edificio, decidido a terminar con todo. Camus lo dijo: “El suicidio es el único problema filosófico serio.” Para darme valor tomé una aspirina vencida y un vaso de gaseosa, me lancé al vacío con la esperanza de acabar con tanta insatisfacción, y sabía que no podría quebrar las leyes de la física y la gravedad no iba a detenerme en mi propósito.

Pero hasta en eso fallé. Un paracaidista borracho me embistió en el aire y terminé cayendo en una pileta olímpica durante una competencia internacional. La multitud creyó que era un clavadista profesional. Me ovacionaron, me filmaron y, al día siguiente, tuve más reproducciones que el mono de Michael Jackson, la entrega del Nobel a Cohelo y la flatulencia de Donald Trump.

De pronto me contrataron para publicidades, conferencias motivacionales, stripper, compostura de calzado y hasta para protagonizar mi propia película.

Luego de arrasar en taquilla transformé mi maldita existencia en un accidente millonario.

Y entonces sucedió lo imposible: conocí a Juana. La periodista que vino a entrevistarme. Me miró a los ojos, yo balbuceé una estupidez sobre Cioran (“El inconveniente de haber nacido…”), y en lugar de huir —como todas las demás— se rió. Pero no de mí, sino conmigo, era la primer mujer que no se burlaba de mí.

Me enamoré. Y aunque suene imposible: ella también lo hizo de mí. Hasta fuimos a un neurólogo para que me confirmara que ella no era esquizofrénica, era verdad, me amaba.

Hoy, entre viajes culturales y luego de publicar varios libros, sigo sin entender cómo cambió la fortuna y pude lleguar hasta aquí.

Kierkegaard tenía razón: “La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida hacia adelante.”Observo mi pasado y solo veo desgracias. Miro mi presente y veo a Juana, riendo a mi lado, compartiendo, amándome con cada uno de mis defectos, y dándome siempre su apoyo.

Mi mala suerte fue la que me llevó directo a la felicidad.Yo, que quise morirme tantas veces… terminé encontrando una razón por la que vale la pena vivir.

Hoy veo hacia el futuro y solo veo más libros, más experiencias y más ganas de cumplir todas las fantasías que Juana tiene conmigo


PD: Gracias por nada

El editor