MAGIA...

Fierro, Segunda Misión






FIERRO_SEGUDA MISIÓN

Tengo varias opciones para viajar. Si voy en avión ahorro mucho tiempo, pero gasto las millas y prefiero guardarlas para una ocasión final. Los horarios del ómnibus son un poco confusos para mi metabolismo; incluso puedo ir navegando y vivir una aventura, pero me da la sensación de que voy a perderme en la aventura y no prestar la atención necesaria a mi misión. Quizás manejar sea la mejor opción. El viaje de ida, no me tomaría más de 5 horas haciendo las paradas recomendadas. Debo preparar mis cosas y el falcon. En mi equipaje llevo solo lo necesario. Ningún lastre de más. Prefiero viajar ligero, pero el equipo completo ya es bastante pesado, y mi misión lo amerita. Tengo que estar bien preparado…
Mis colegas en la ciudad me informan los sucesos que lo ameritan, incluso lo que no sale en los noticieros. En mi destino puedo encontrarme con lo peor de la sociedad. La ciudad es conocida como la más sucia del país. La más corrupta. Donde distintas bandas se disputan el control de la ciudad: está la banda de los monos, la banda de los enanos, y la banda de los travestis. Estas son las principales. Entre ellos se disputan el control de las apuestas clandestinas, la venta de estupefacientes, el robo, los secuestros y hasta los «ringraje».
Desde las prisiones, a pesar de ser instituciones penitenciarias federales, continúan manejando a sus bandas y sus familias. Donde los jueces no pueden actuar, no deben, o no quieren. Muchos de ellos están comprados, los fiscales, incluso pertenecen a alguna de las bandas. No solo el poder judicial, el congreso provincial tiene representantes de estas bandas, donde obstruyen las leyes, e impiden nuevas leyes a cambio de algunas papelitos de colores que guardan por un rato en sus bolsillos. Hasta que otra banda decide demostrar su poder y poner alguna bomba en la casa familiar de estos miserables corruptos. La ciudad se mueve así…
Los kioskos de la ciudad dejaron de vender golosinas a los niños para vender sustancias alucinógenas que les permiten continuar destruyendo la ciudad. Que por cierto, es una ciudad emblema nacional. Donde hace tantos años se redactó el texto original de la constitución nacional. Pero eso no es nada, ahí nomás, a unos kilómetros se izó la bandera nacional por primera vez. Me rehúso a creer que en aquél entonces las cosas se hacían como hoy. No creo que los próceres presentaran la bandera riéndose porque les «pintó el bajón». Es una vergüenza lo que han hecho, pero hacia este infierno me dirijo a cumplir mi misión.
La ruta no es difícil. De la manera más discreta. Sin llamar la atención manejo por el camino. No quiero que nadie sospeche. Debo hacer una parada para cargar combustible y descargar fluidos. En la estación de servicio me recibieron con la simpatía típica de la gente del interior y me advirtieron del peligro que me esperaba por delante. No se imaginaban ni sospechaban de mi preparación para esta misión, ni dela logística preparada, ni de los informantes secretos, ni de mi equipo para el éxito de la misión. Gente inocente…  Sin inmutarme actué como un verdadero citadino y continué mi viaje. Al cabo de unos kilómetros, llegando a los suburbios, las precarias construcciones y las inundaciones hicieron que nuevamente, como siempre que lo necesito, mis instintos se encendieran y mis sentidos se incendiaran…
El tránsito comenzó a detenerse. Cada vez más lento. Al costado de la ruta los autos recalentados generaban nubes de vapor. Los ómnibus hacían temblar el asfalto. La policía caminera detenía a cada sospechoso, pero las bandas pirañas actuaban igual. Los automóviles que quedaban detenidos eran asaltados. Camuflado por el gran embotellamiento que parecía armado a propósito por la policía caminera, como si fueran cómplices de la situación, desgracia de institución… decidí aguantar todo lo que pueda esta situación y continuar sin llamar la atención. Si venían por mí, estaba bien preparado para acabar con ellos, porque «yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno».
Luego de salir del humillante embotellamiento, hice unas cuadras y llegué a mi destino, a cumplir mi misión… me puse la camiseta, el sombrero de pico, me pinté la cara y… ¡A alentar al campeón! ¡Olé, olé olé olé, olé, olé olá, olé, olé, olé, cada día te quiero má!


RODOLFO GONZALEZ